domingo, 9 de marzo de 2014

EL PEZ TENIA SED


Hay dos maneras de ver, de observar. Una manera intelectual, teórica, sin profundizar. La otra manera de ver es existencial, mirando desde tu propia vida, desde tu ser. San Pablo dice: «Veo lo que debo hacer, y hago lo que no quiero». Al decir esto se refiere al ver intelectual, que a nada compromete porque no es un ver revelador. Cuando lo ves desde lo existencial, lo ves desde la libertad que te da la verdad y entonces lo ves tal cual es, y esa revelación hace que despiertes a la realidad.

sábado, 8 de marzo de 2014

NO TENGAS MIEDO


¿Cómo sería Jesús para que todos los sencillos se sintieran tan a gusto con él?. Jesús no se sentía superior a los demás porque vivía en la realidad. La señal de estar en contacto con la realidad es la sencillez.

El miedo es lo que nos lleva a quedarnos en la programación. Lo contrario al miedo es el amor. Donde existe el amor felicidad al «yo», al ego.

viernes, 7 de marzo de 2014

SIGUE SALTANDO


Un día va a suceder: Puedo verlo, justo debajo del horizonte. En cualquier momento el amanecer es posible. Pero sigue saltando, no te quedes dormido. 

miércoles, 5 de marzo de 2014

EL SUFRIMIENTO EQUIVALE A TU RESISTENCIA A LA REALIDAD


EL LADRILLAZO


Un joven y exitoso ejecutivo paseaba a toda velocidad en su Jaguar último modelo, sin ningún tipo de precaución. 

De repente sintió un estruendoso golpe en la puerta, se detuvo y al bajarse vio que un ladrillo le había estropeado la pintura, la carrocería y el vidrio lateral de su lujoso auto. Se subió nuevamente, pero, lleno de enojo, dio un brusco giro de 180 grados y regresó a toda velocidad al lugar donde vio salir el ladrillo, que acababa de dañar su hermoso y exótico auto.

martes, 4 de marzo de 2014

ACEPTA EL MIEDO Y ÉSTE DESAPARECE


"Vino a mí un hombre y dijo: "Tengo mucho miedo a la muerte". Tenía cáncer, y la muerte estaba muy cerca; podía suceder cualquier día. Y no podía aplazarla. Sabía que iba a suceder. Vendría en cuestión de meses o incluso de semanas.

Estaba realmente, físicamente, literalmente, temblando, y dijo: "Dame tan sólo una cosa: ¿cómo puedo librarme de este miedo a la muerte? Dame algún mantra, o algo que pueda protegerme o darme valor para afrontar la muerte. No quiero morir temblando de miedo". El hombre dijo: "He acudido a muchos santos. Me han dado muchas cosas; fueron muy amables. Alguien me ha dado un mantra, alguien me ha dado algunas cenizas sagradas, alguien me ha dado esta imagen, alguien me ha dado alguna otra cosa, pero nada sirve. Todo es en vano. Ahora he venido a ti como último recurso. Ya no iré a nadie más. Dame algo".

UNA PESCA ÉTICA*


* Texto atribuido a James P. Lenfcstey, poeta y escritor norteamericano.

Alrededor de la temporada de pesca, en esa ciudad se celebraba un festival cada año. Todos los habitantes de la comarca esperaban con ansiedad el inicio de aquella temporada, porque las familias deseaban exhibir sus destrezas en la pesca. 

A Daniel le gusta recordar su infancia en esa ciudad, pues su familia era propietaria de una cabaña ubicada en una isla en la mitad de un lago. Cada vez que podía, iba al muelle a pescar. 

Un día, antes que cayera la noche y en las vísperas de la temporada de pesca del róbalo (un pez muy apreciado por su tamaño y belleza), Daniel fue con su padre al muelle. Padre e hijo comenzaron atrapando pequeños peces con las típicas lombrices. Pero, en un momento determinado, su padre le cambió la carnada y puso una pequeña mosca plateada antes que Daniel hiciera su lanzamiento. 

Ya había anochecido cuando Daniel se dio cuenta de que había algo enorme en el otro extremo. Su caña estaba doblada. El padre observaba con admiración cómo su hijo arrastraba con habilidad su presa, hasta que por fin levantó del agua al agotado pez. Era el róbalo más grande que había visto. El padre encendió un fósforo y miró su reloj. Eran las diez de la noche, precisamente dos horas antes de que se abriera la temporada de pesca en la comarca. 

—Tendrás que devolverlo al lago, hijo —le dijo súbitamente el padre. 
—¡Papá! —gritó Daniel. 
—Habrá otros peces —dijo su padre. 
—¡No tan grande como éste, papá! —gritó el chico. 

Entonces, Daniel miró alrededor. No se veía ningún pescador testigo, ni botes bajo la luna. El niño volvió a mirar a su padre. Aunque nadie los había visto, ni nadie podía saber a qué hora se había pescado el pez, el chico advirtió por la firmeza de la voz de su padre que esa decisión ética no era negociable. 

Lentamente sacó el anzuelo de la boca del enorme róbalo, con sumo cuidado, y lo devolvió a las oscuras aguas. El pez movió su poderoso cuerpo y desapareció. El niño sospechaba que nunca volvería a ver un pez tan grande. Este episodio ocurrió hace treinta y cuatro años. 

En la actualidad, Daniel es un exitoso ejecutivo. La cabaña de su padre está siempre en el mismo lugar de la comarca y allí continúa llevando a sus propios hijos a pescar en el mismo muelle donde él lo hacía. 

Y tenía razón: nunca más volvió a pescar un pez tan magnífico como el de aquella noche. Pero cada vez que se enfrenta con el tema de la ética, ese mismo pez le aparece a sus ojos. Porque como su padre se lo enseñó, la ética es más que un simple asunto entre el bien y el mal. 

Sólo la práctica de la ética es lo difícil. ¿Hacemos lo correcto sólo cuando nadie nos mira? 
¿Usamos la información que nos llega en beneficio personal, sólo cuando las demás personas no tienen acceso a ella? ¿Tenemos la conciencia tranquila?

Extracto del libro:
La culpa es de la vaca 2a parte
Lopera y Bernal
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