jueves, 29 de agosto de 2013

LAS CUATRO ESTACIONES


Había un hombre que tenía cuatro hijos. Como parte de su educación, él quería que ellos aprendieran a no juzgar a las personas y las cosas tan rápidamente como suele hacerse. Entonces los envió a cada uno, por turnos, a ver un árbol de peras que estaba a gran distancia de su casa. 

En su país había estaciones, así que el primer hijo fue en invierno; el segundo en primavera; el tercero en verano y el cuarto en otoño. Cuando todos habían ido y regresado, el padre los llamó y les pidió que describieran lo que habían visto. 

El primer hijo dijo que el árbol era horrible, giboso y retorcido, parecía seco y sin vida. El segundo dijo que no, que el árbol estaba cubierto de brotes verdes y lleno de retoños que prometían flores. El tercer hijo no estuvo de acuerdo: él dijo que estaba cargado de flores, que emanaba un aroma muy dulce y se veía hermoso; era el árbol más lleno de gracia que jamás había visto. 

El último de los hijos tampoco estuvo de acuerdo con ninguno de ellos. Dijo que el árbol estaba cargado de peras maduras, lleno de savia y bienestar. Como los pájaros acudían al peral para comer de los frutos que se estaban marchitando, todo a su alrededor se llenaba de un exquisito aroma. 

Entonces el padre les explicó a sus hijos que todos tenían la razón, porque ellos sólo habían visto una de las estaciones de la vida del árbol. 

Y añadió que por eso no se podía juzgar a una persona por sólo ver una de sus temporadas: “La esencia de lo que son los hombres, el placer, la tristeza, el regocijo y el amor que vienen con la vida sólo pueden ser medidas al final, cuando todas las estaciones hayan pasado”. 

¿No será por esta razón que nos quedamos con una idea prefijada de una determinada “estación” de una persona, a partir de la cual la juzgamos el resto del tiempo?. ¿No será que debemos entender a las personas como móviles y no como estacionarias’?

Del libro:
La culpa es de la vaca 2a parte
Lopera y Bernal

TRISTEZA


Cuando sientas tristeza, permanece triste  Realmente triste... húndete en la tristeza. ¿Qué otra cosa puedes hacer? La tristeza es necesaria. Relaja mucho... es una noche oscura que te rodea. Duermete en ella. Acéptala y verás que en cuanto lo haces, empieza a volverse algo hermoso.

La tristeza es fea debido al rechazo; no es fea en sí misma. Una vez que la aceptas, verás lo hermosa que es, cuánto te relaja, lo serena y silenciosa que es. Tiene algo para dar que la felicidad nunca tendrá.

La tristeza aporta profundidad. La felicidad da altura. La tristeza brinda raíces. La felicidad ramas. La felicidad es un árbol que va hacia el cielo y la tristeza es corno las raíces que se adentran en las entrañas de la tierra. Pero ambas son necesarias, y cuanto más se eleva un árbol, más profundidad alcanza al mismo tiempo. Cuanto más grande, mayores sus raíces. De hecho, siempre están proporcionadas. Un árbol alto poseerá raíces hundidas en la tierra en igual proporción. Eso es equilibrio. 

No puedes provocar dicho equilibrio. El que aportes no servirá. Carece de valía. Será forzado. El equilibrio surge de forma espontánea; ya está ahí. De hecho, cuando estas feliz, te excitas tanto que te agotas. ¿Lo has notado,' Entonces en el acto el corazón se mueve en la otra dirección, te brinda un reposo. Lo sientes como una tristeza. Te está dando un descanso porque empezabas a agitarte demasiado. Es algo medicinal, terapéutico. Es como cuando durante el día trabajas con ahínco y por la noche te quedas profundamente dormido. Por la mañana vuelves a estar fresco. Después de la tristeza, volverás a estar fresco para estimularte otra vez. 

Así que siente la tristeza cuando estés triste. Acéptala y permanece triste, totalmente triste.

Del libro:
DÍA A DÍA
Osho
Día 170

¿QUÉ NECESITA EL PERRO PARA LADRAR?


LIMITACIONES CONCRETAS


Otra creencia habitual es que la historia personal, el mandato interiorizado de nuestros padres, funciona como restricción a la libertad. Lo cierto es que seguramente es una dificultad, pero nunca una esclavitud.

Porque puedo elegir aceptar, cuestionar o rechazar ese mandato, incluso puedo elegir trabajar para desacondicionarme de él.

Tu historia forma parte de vos, no está fuera de vos; tu historia, aunque vos por supuesto no la elegiste y condiciona tu existencia, ahora sos vos.

Mi historia, la que hace que yo elija comer peras y no duraznos porque en mi casa se comían peras, y que condiciona mi elección, no impide que yo elija. Forma parte de mí, yo soy este que ahora elige de esta manera, pero sigo siendo libre de elegir cualquier otra fruta. Mi condicionamiento consiste en mi tendencia a elegir siempre lo mismo, no en no poder elegir, que son cosas muy distintas.

Mi historia personal puede condicionar mi elección, pero no me quita la posibilidad de elegir.

En todo caso, si pudiendo elegir creyeras que no podés hacer lo que querés, no sos libre.

Sea como fuere, más allá de los demás y de mis propios condicionamientos, hay cosas que no podemos hacer. Podré salir desnudo a la calle, quizás pueda insultar a mi jefe en el banco, pero no importa lo libre que sea, no voy a poder salir volando por la ventana.

Esto implica aceptar que tenemos limitaciones concretas.

¿Es entonces la verdadera libertad una ilusión imposible de alcanzar?

¿Qué clase de libertad es una libertad condicionada siempre por algo?

Del libro:
El Camino de la Auto-Dependencia
Jorge Bucay

miércoles, 28 de agosto de 2013

LOS GLOBOS NEGROS.

En recuerdo de Martin Luther King Jr. en su discurso de hace 50 años...I Have a Dream...

En cierta ocasión el famoso predicador y líder norteamericano Martin Luther King se en-contraba a punto de dar una de sus célebres conferencias acerca de los Derechos Humanos. Rápidamente notó que una pequeña niña negra se encontraba al frente de su auditorio. Un poco sorprendido, preguntó a uno de sus ayudantes al respecto, y éste le dijo que la niña había sido la primera en llegar al lugar. Al terminar su discurso, como parte de la ceremonia se soltaron globos de diferentes colores al cielo que la pequeña no dejaba de admirar. Entonces el predicador se acercó a ella y la levantó en sus brazos. La pequeña lo miró fijamente y le preguntó: —¿Los globos negros también volarán hacia el cielo?

Martin la miró dulcemente y le contestó: —Los globos no vuelan al cielo por el color que tengan, sino por lo que llevan dentro. 

Esta es una lección contra la exclusión. A pesar de los años, ¿seguimos teniendo prejuicios hacia la gente de color? ¿Será verdad que la humanidad ha avanzado hasta convertirse en una gran comunidad mundial?

Del libro:
La culpa es de la vaca 2a parte
Lopera y Bernal

EL VERDADERO HOMBRE DE CARÁCTER


El verdadero hombre de carácter no tiene carácter

El verdadero hombre de carácter no tiene carácter... esto te sorprenderá. Tiene conciencia pero no carácter. Vive momento a momento. Es responsable, pero responde a partir del momento, no a partir de contextos pasados. No lleva en su ser programas hechos. Cuantos más programas hechos tengas, más ego serás. Cuando no tengas ningún programa, nada ya hecho en ti, cuando seas a cada momento tan fresco como si hubieses nacido de nuevo... eso es para mí la libertad. Y sólo una conciencia libre puede conocer el Yo verdadero. 

Osho
Tomado del blog:
Osho-despierta

ENCIENDE EL FUEGO POR CUALQUIER MEDIO


“I COULD... BUT I SHOULDN'T"


Imaginemos juntos: Un esclavo que pertenece a un amo muy bondadoso, un amo que lo autoriza a hacer casi todo lo que quiere; un amo, en fin, que le da muchísimos permisos, la mayoría de ellos negados a otros esclavos de otros amos, y aun más, muchos permisos que el mismo amo les niega a otros esclavos. Pregunto: este trato tan preferencial, ¿evita que llamemos a esto esclavitud? Obviamente la respuesta es NO.

Si son otros los que deciden qué puedo y qué no puedo hacer, por muy abierto y permisivo que sea mi dueño, no soy libre.

Nos guste o no aceptarlo, somos libres de hacer cosas que vulneren las normas sociales; y la sociedad 
sólo puede castigar a posteriori o amenazar a priori sobre la consecuencia de elegir lo que las normas 
prohíben.

Así, nuestra única esperanza limitadora es dejar esta decisión en cada persona.

Desde este lugar cada uno analizará lo que piensa, lo que quiere y lo que puede y decidirá después qué 
hace.

Condicionado por estas pautas culturales, por la ética aprendida o por la moral acatada, a veces uno cree 
que “no puede” hacer algo que lastime al prójimo. Alguien podría acercarse más a la razón con el viejo dicho 
inglés que alguna vez me enseñaron Julio y Nora: “I could... but I shouldn´t “ (que más o menos se podría 
traducir así: Yo podría... pero no debería).

Personalmente creo que hay que llegar más allá, y decir: Yo “puedo”... y si lo hiciera, esto diría algo de 
mí. Y más aún: si sabiendo que “puedo” hacer algo decidiera no hacerlo porque te daña, esto también diría 
algo sobre mí.

Del libro:
El Camino de la Auto-Dependencia
Jorge Bucay

martes, 27 de agosto de 2013

UNA ARMADURA ES UNA PRISIÓN


Hay que permanecer fluido, fluyendo. Deberías estar disponible para el presente. Muere al pasado a cada momento, de modo que nada en ti permanezca fijo. No lleves un carácter alrededor de ti; todo carácter es una armadura, una prisión.

Osho
tomado y leído del blog:
Osho-Despierta

LA LIBERTAD DE UNO TERMINA CUANDO....


Veamos ahora qué pasa cuando consideramos una libertad con límites:

¿Límites impuestos por quién?

¿Quién decide “lo que se puede” y “lo que no se puede” hacer?

Las respuestas que comúnmente encuentro ante estos interrogantes se podrían reunir en dos hipótesis: las pautas sociales (que hacen responsable a la ley) y las pautas personales (más relacionadas con la moral cultural).

En todo caso, en las charlas aparece siempre la clásica respuesta:

“La libertad de uno termina donde empieza la libertad de los demás”.

No hay muchas cosas que uno recuerde del colegio secundario:

El dúo de Vilcapugio y Ayohúma.

El trío de musgos, algas y líquenes.

Y la frase mágica que todo lo explica: La libertad de uno termina donde empieza la libertad de los demás.

Me parece encantador y nostálgico, pero creo que la libertad no funciona de este modo.

Mi libertad no termina donde empieza la libertad de nadie.

Dicho sea de paso, éste es un falso recuerdo, porque la frase se refiere al derecho, no a la libertad.

Tu derecho no frena mi libertad, en todo caso legisla sobre las consecuencias de lo que yo decida hacer libremente. Quiero decir, la jurisprudencia y la ley informan sobre la pena por hacer lo que está prohibido, pero de ningún modo evitan que lo haga.

Si la libertad es hacer lo que uno quiere dentro de ciertos límites, y éstos los van a determinar los demás, la libertad personal termina dependiendo de lo que el otro me autorice a hacer. El concepto mismo de libertad se derrumba y se termina pareciendo demasiado a los tipos de dependencia de los que hablamos...

Si nos quedáramos con este planteo, estaríamos volviendo a la idea de la libertad decidida por los demás; y creo que es obvio que esta libertad se parece mucho a una esclavitud, aunque el amo sea gentil y comprensivo, aunque el amo sea impersonal y democrático, aunque el amo sea la sociedad toda y no un individuo.


Del libro:
El Camino de la Auto-Dependencia
Jorge Bucay
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