viernes, 12 de julio de 2013

VALIENTE CONOCEDOR DE UNO MISMO


El primer paso en el camino del crecimiento es volverse un valiente conocedor de uno mismo. Un conocedor de lo peor y lo mejor de mí.

Cuando yo hablo de esto, mucha gente me pregunta si ocuparse tanto tiempo de conocerse no es demasiado individualista.

Yo creo que no, aunque confieso que mi desacuerdo se dirige más a la palabra “demasiado” que a la palabra “individualista”. Porque individualista sí soy, y encima ni me avergüenzo.

Por mi parte, estoy convencido de que solamente si me conozco voy a poder transitar el espacio de aportarte a vos lo mejor que tengo.

Solamente conociéndome puedo pensar en vos.

Creo que es imposible que yo me ocupe de conocerte a vos antes de ocuparme de mí.

Es innegable que yo voy a poder ayudar más cuanto más sepa de mí, cuanto más camino tenga recorrido, cuanta más experiencia tenga, cuantas más veces me haya pasado lo que hoy te pasa.

Por supuesto, hay miles de historias de vida de personas que han ayudado a otra gente sin ningún conocimiento, con absoluta ignorancia y portando como única herramienta el corazón abierto entre las manos.

Son los héroes de lo cotidiano.

Es verdad. No todo es la cabeza, no todo es el conocimiento que se tiene de las cosas. Saberme no es imprescindible para poder ayudar, sin embargo, suma.

Y yo sigo apostando a sumar.

Sigo creyendo que es muy difícil dar lo que no se tiene.

Del libro:
El Camino de la Auto-Dependencia
Jorge Bucay

jueves, 11 de julio de 2013

INTENTARÉ NUEVAS ESTRATEGIAS DE SEDUCCIÓN


Distorsión cognitiva: Minimizar los defectos de la pareja o la relación, impiden alcanzar la posición realista mencionada, y fortalece irracionalmente la conducta del apego.

DÉCIMO CUARTA EXCUSA. Intentaré nuevas estrategias de seducción”

En oposición al anterior esquema, este pensamiento implica poner el problema adentro, pero demasiado adentro: “La persona que amo no está conmigo porque no he sabido retenerla; si mejoro mis habilidades de conquista, la volveré a recuperar. Por desgracia, la restitución afectiva no es fácil de lograr.

Aunque parezca obvio, para que la reconquista afectiva pueda ocurrir debe haber alguien dispuesto a ser conquistado. El amor no es como la guerra o la toma por el poder (el amor perdido no se restablece mediante el acoso y la persecución obsesiva). En las lides afectivas, la conquista obligada recibe el nombre de violación. Si el otro está en un estado de desamor agudo, es mejor no hacer nada y dejar que la alteración siga su curso. Pero los apegados suelen entrar en pánico y comportarse irracionalmente. Una señora de cincuenta años decidió hacerse una cirugía para estrechar su conducto vaginal con la esperanza de recuperar el amor de su esposo. Un hombre, que ahora está en la cárcel, estafó a más de una persona para mostrarse económicamente exitoso frente a su ex mujer y volver al matrimonio. Perfumarse, vestirse mejor, bajar de peso, mejorar el empleo, llenarse de silicona, jugar a ser un seductor o una Mata Hari, pueden llegar a ser ingredientes útiles cuando el amor está vivo, pero no poseen la fuerza necesaria para reactivar un afecto en bancarrota.

La recuperación de la pareja perdida, si acaso fuera posible, no se logra con dos o tres cambios superficiales de comportamiento. Las relaciones afectivas obedecen a una historia particular, especial y no reproducible, que determina su esencia básica y un perfil interpersonal único. Desconocer esa evolución puede llevar a actitudes facilistas que en nada ayudan a fortalecer el vínculo.

Si quieres intentar un plan de reconquista, no lo hagas a la ligera. Primero debes tener muy claras las causas de la ruptura, el diagnóstico, la explicación de por qué no funcionó, a ver si tienes oportunidad de alcanzar el objetivo. No te hagas falsas expectativas: cuando una relación anda mal, el remedio suele ser complejo y difícil de aplicar. Los “pañitos de agua tibia” pueden calmar el malestar, pero no eliminan la infección.

Del libro:
AMAR O DEPENDER
Walter Riso

HAY QUE ESCUCHAR


Hay que escuchar.

Para transitar el camino de la autodependencia, debo darme cuenta en esta etapa que con un solo espejo donde mirarme no alcanza; tengo que acostumbrarme a mirarme en todos los espejos que pueda encontrar.

Y es cierto que algunos espejos me muestran feo.

Un hombre camina por un sendero y encuentra al costado, sobre la hierba, un espejo abandonado.
Lo levanta, lo mira y dice:
“Qué horrible, con razón lo tiraron”.

Del libro:
El Camino de la Auto-Dependencia
Jorge Bucay

miércoles, 10 de julio de 2013

DIOS ME VA A AYUDAR, ME HICE ECHAR LAS CARTAS O ME HICE LA CARTA ASTRAL


Distorsión cognitiva: Minimizar los defectos de la pareja o la relación, impiden alcanzar la posición realista mencionada, y fortalece irracionalmente la conducta del apego.

DÉCIMO TERCER EXCUSA. Dios me va a ayudar”, “Me hice echar las cartas” o “Me hice la carta astral”

Cuando las tácticas de recuperación mágico-religiosas se activan la cosa está grave: la desesperación ha tocado fondo.

Una de mis pacientes era experta en el tema del ocultismo afectivo. Debido a que su relación pendía de un hilo todo el tiempo (el marido le había sido infiel quince veces en doce años de matrimonio), había decidido entrar al mundo de la Nueva Era y de los santos para sostener el vínculo y esperar el “milagrito” de que el hombre sentara cabeza. El despliegue de sortilegios, rezos y oráculos era impresionante: velas de colores, grupos de oración, ofrendas, promesas, cartas astrales, quiromancia, Tarot, regresiones y videntes de toda índole habían contribuido a la supervivencia afectiva de la angustiada mujer. Según los datos recogidos por los expertos, parecía tratarse de “un excepcional caso de almas gemelas, donde una se había desajustado por motivos kármicos (o sea, nadie tenía idea de lo que estaba pasando). Obviamente el señor, ajeno a todo designio cósmico, seguía levantando polvareda entre el sexo opuesto, sin distingo ni consideraciones. Hace poco, después de una resaca monumental y de un ataque de arrepentimiento “postbebida”, surgió una nueva luz de esperanza; el hombre prometió cordura. Más aún, al regreso de un viaje le trajo un perfume de regalo (cosa que nunca había hecho) con una bella tarjeta donde juraba y recuraba, otra vez, ser fiel hasta la muerte. Ella corrió donde su asesora espiritual (experta en Tarot) para reforzar el cambio, y colocó velas por toda la capilla. A los dos días, la intuición (habría que decir costumbre) de mujer engañada le hizo revisar el automóvil de su marido a fondo, palmo a palmo, como lo hacen los celosos inteligentes. El resultado de la pesquisa, desgraciadamente, fue positivo. Detrás del asiento, camuflado y empacado, encontró el cuerpo del delito: el mismo perfume, con una tarjeta distinta para otra destinataria. Luego de un escándalo mayúsculo, arañazos, insultos, objetos rotos y la negación persistente y reiterada del inculpado, ella decidió poner punto final y solucionar de una vez por todas el problema. Despidió a la consejera (ahora consulta a una señora chocoana que lee el tabaco y que es “muy acertada”) y recurrió a un nuevo santo (no recuerdo el nombre) porque el anterior no mostraba “interés”. Poner la solución afuera es cómodo, pero también arriesgado porque desvía nuestra atención de la realidad y nos vuelve cada vez más incompetentes. Es posible que mi paciente deambule de adivino en adivino por el resto de sus días, buscando el prodigio de una resurrección imposible de alcanzar.


Del libro:
AMAR O DEPENDER
Walter Riso

CONOCIÉNDOME


Cuanto más te muestre de mí y más te escuche, más voy a saber de mí.

Y cuanto más sepa de mí, de mejores maneras voy a estar a cargo de mi persona.

Y cuanto mejor esté a cargo de mi persona, menos dependiente seré del afuera.
“¿No es una contradicción? ¿Escuchando tanto no me vuelvo más dependiente?”

No, no es ninguna contradicción.
Es un aprendizaje del camino.
Nunca dependiendo de la palabra de los otros, pero 
siempre escuchándola.
Nunca obedeciendo el consejo de los demás, pero siempre teniéndolo en cuenta.
Nunca pendiente de la opinión del afuera, pero siempre registrándola con claridad.

Un hombre trabaja en el jardín de su casa.

Un joven pasa en moto y le grita:
—¡¡Cornuuuuudoooo!!
El hombre gira lentamente la cabeza y ve alejarse al joven en su moto a toda velocidad.
Sigue con su trabajo y, a los cinco minutos, el mismo joven pasa en la moto y le grita:
—¡¡Cornuuuuudoooo!!
El hombre levanta rápidamente la vista para ver alejarse, otra vez, la espalda del motociclista.

Menea la cabeza de lado a lado y, con la frente gacha, entra en la casa. Va hasta la cocina y encuentra a 
su esposa que está cortando unas verduras. Le pregunta:

—¿Vos andás en algo raro, che?
—¿A qué viene eso? —pregunta la esposa.
—No, lo que pasa es que hay un tipo que a cada rato pasa en una moto y me grita cornudo y entonces...
—¿Y vos le vas a prestar atención a lo que cualquier idiota desconocido te grite?
—Tenés razón, querida, disculpame...
Le da un beso en la mejilla y vuelve al jardín.
A los diez minutos, pasa el de la moto y le grita:
—¡¡¡Cornudo y alcahueteeeeeee!!!

Del libro:
El Camino de la Auto-Dependencia
Jorge Bucay

martes, 9 de julio de 2013

TU IMAGEN

Decimos con Silvia Salinas en Amarse con los ojos abiertos que el mejor espejo es tu pareja, el que te refleja con más claridad y más precisión.

Pero más allá de tu pareja, hay miles y miles de espejos en los cuales te mirás para saber quién sos.

Estos espejos no deben configurar tu identidad, pero pueden ayudar a que vos completes tu imagen.

Si todo el mundo me dice que soy muy agresivo, yo no puedo vivir gritando: “¡No, el agresivo sos vos!”, sin siquiera preguntarme qué hay de cierto en este comentario.

No digo aceptar de entrada toda observación, venga de quien venga. Pero sí preguntarnos si aquello que nuestros amigos nos dicen no tiene algo de cierto, aunque no lo podamos percibir a simple vista.

Es muy gracioso cómo uno puede no escuchar lo que el otro dice.

Si todos me dicen que estoy muy gordo, será bueno considerar esta observación.

Para poder sabernos, es necesario mirarnos mucho y escuchar mucho lo que los otros ven en nosotros.

Y para poder escuchar, es decir, para que el otro pueda hablar, hace falta que uno se anime a mostrarse.

Así, transitar la senda del autoconocimiento implica que yo me anime a mostrarme tal como soy, sin esconderme, sin personajes, sin turbiedades, sin engaños, y que participe del feedback generado por haberte mostrado lo que soy.

Cuanto más te muestre de mí y más te escuche, más voy a saber de mí.

Y cuanto más sepa de mí, de mejores maneras voy a estar a cargo de mi persona.

Y cuanto mejor esté a cargo de mi persona, menos dependiente seré del afuera.

“¿No es una contradicción? ¿Escuchando tanto no me vuelvo más dependiente?”

No, no es ninguna contradicción.

Es un aprendizaje del camino.

Nunca dependiendo de la palabra de los otros, pero siempre escuchándola.

Nunca obedeciendo el consejo de los demás, pero siempre teniéndolo en cuenta.

Nunca pendiente de la opinión del afuera, pero siempre registrándola con claridad.


Del libro:
El Camino de la Auto-Dependencia
Jorge Bucay

CRÍTICA


Siempre que estés a punto de criticar algo, decide primero qué vas a aportar como alternativa positiva.

Si no tienes ninguna alternativa, espera. Entonces la crítica no hay que hacerla, porque es inútil. Si dices que esta medicina no es buena, puede que tengas razón, pero, entonces, ¿dónde está la medicina adecuada? Al menos se está haciendo algo. 

De modo que la crítica jamás trae la revolución. La crítica es buena como parte de un programa positivo. Así que primero decide el programa positivo y luego, sin perder de vista dicho programa, critica. Entonces tu crítica será muy valiosa, apreciada incluso por aquellos a quienes estas criticando. Nadie se sentirá ofendido por ella, porque al tiempo que criticas, continuamente mantienes una alternativa positiva en mente y luego propones algo.

Del libro:
DÍA A DÍA
Osho
Día 151

lunes, 8 de julio de 2013

SI CRITICAS, PRIMERO...


MALDITA PROGRAMACIÓN.....

¡¡¡¡¡¡UNA VEZ MÁS!!!!!...SIN PALABRAS...

ACCESO AL AUTOCONOCIMIENTO


El autoconocimiento consiste, sobre todo, en ocuparme de trabajar sobre mí para llegar a descubrir —más que construir— quién soy, tener claro cuáles son mis fortalezas y cuáles mis debilidades, qué es lo que me gusta y qué es lo que no me gusta, qué es lo que quiero y qué es lo que no quiero.

El “conócete a ti mismo” es uno de los planteos más clásicos y arquetípicos de los pensadores de todos los tiempos. El asunto —de por sí desafiante— es en verdad muy difícil, y está en el origen de una gran cantidad de planteos filosóficos, existenciales, mora-les, éticos, antropológicos, psicológicos, etc.

Tomar conciencia de quién soy es, para mí, el resultado de una desprejuiciada mirada activamente dirigida hacia adentro para poder reconocerme.

Este reconocimiento de quién soy adquiere aquí el sentido de saberse uno mismo, no el de las cosas que pienso o creo que soy.

Porque hay una diferencia importante entre creer y saber.

Pensemos. Si digo: “Yo creo que mañana vuelvo a Buenos Aires”, necesariamente estoy admitiendo que pueden pasar cosas en el medio, que acaso algo me lo impida. Pero si digo: “Yo sé que mañana va a salir el sol”, tengo certeza de que va a ser así. Aunque el día amanezca nublado, mañana va a salir el sol. Lo sé.

Siempre que digo “sé” estoy hablando de una convicción que no requiere prueba ni demostración.

Cuando digo “creo” apuesto con firmeza a eso que creo.

En cambio, cuando digo “sé”, no hay apuesta.

Claro, uno puede saber y puede equivocarse, puede darse cuenta que no sabía, que creía que sabía y aseguraba que era así con la firmeza y la convicción para decir “sé” y descubrir más tarde el error cometido. No hay contradicción; cuando yo hablo de “saber” me refiero a esa convicción, no al acierto de la aseveración.

El autoconocimiento es la convicción de saber que uno es como es.

Y como dije, esto implica mucho trabajo personal con uno mismo.

¿Cuánto? Depende de las personas, pero de todos modos, siempre estamos sabiéndonos un poco más.

A mí me llevó mucho tiempo y mucho trabajo empezar a saber quién era (debe ser por la gran superficie 
corporal para recorrer...). Otros lo hacen más rápido. Pero no es algo que se haga en una semana.
Hay que trabajar con uno.
Hay que observarse mucho.

Evidentemente, esto no quiere decir que haya que mirarse todo el tiempo, pero sí mirarse en soledad y en 
interacción, en el despertar de cada día y en el momento de cerrar los ojos cada noche, en los momentos más 
difíciles y en los más sencillos.

Mirar lo mejor y lo peor de mí mismo.

Mirarme cuando me miro y ver cómo soy a los ojos de otros que también me miran.

Mirarme en la relación con los demás y en la manera de relacionarme conmigo mismo.

Misteriosamente, para saber quién soy, hace falta poder escuchar.
Uno puede mirarse las manos, el dorso y el anverso; uno puede, con un poco de esfuerzo, mirarse los codos 
o los talones; algunos la planta del pie. Pero hay partes de uno que nos definen, como por ejemplo la cara, 
que nunca podremos ver a ojo desnudo. Para verla necesitamos un espejo, y el espejo de lo que somos es el 
otro, el espejo es el vínculo con los demás.

Cuanto más cercano y comprometido es el vínculo, más agudo, cruel y detallista el espejo.

Del libro:
El Camino de la Auto-Dependencia
Jorge Bucay
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