sábado, 12 de octubre de 2019

AYER TODO ENCAJABA, HOY TODO ES UN LÍO


RELACIÓN ADICTIVA CON EL CELULAR (PASOS PARA APAGAR ESA RELACIÓN)


Aquí están algunas de las claves que aprendí acerca de cómo tener un rompimiento exitoso y crear una mejor relación con tu teléfono.

Replantea lo que piensas sobre él

Muchas personas creen que pasar menos tiempo con su celular es igual a negarse un placer… ¿y a quién le gusta hacer eso? En cambio, piénsalo así: el tiempo que estás con tu móvil es el que no inviertes haciendo otras actividades placenteras, como pasar el rato con un amigo o practicar un pasatiempo. En vez de pensarlo como “pasar menos tiempo con tu celular”, hazte a la idea de que es “más tiempo con tu vida”.

Pregúntate a qué quieres ponerle atención

Les ponemos atención a nuestras vidas. Cuando decidimos a qué ponerle atención en el momento, estamos tomando una decisión más grande acerca de cómo queremos pasar nuestro tiempo. La gente que diseña aplicaciones quiere nuestra atención desesperadamente porque así es como generan dinero. ¿Alguna vez te has preguntado por qué tantas aplicaciones de redes sociales son gratuitas? Es debido a que los anunciantes son los clientes y les están vendiendo tu atención. Por eso pregúntate: ¿a qué quieres ponerle atención?

Disponte a lograrlo

Crea detonadores que te recuerden tus metas y haz que sea más fácil apegarte a ellos. Si quieres pasar más tiempo leyendo, pon un libro en tu mesita de noche. Si quieres cocinar más, haz una lista de compras para la receta que estás ansioso por probar. Acomoda una estación de carga para tu celular que no esté en tu habitación y compra un reloj despertador.

Por otro lado, evita detonadores que te predispongan al fracaso. Borra aplicaciones de redes sociales de tu teléfono. (En su lugar utiliza las versiones menos ágiles de los exploradores). Desactiva las notificaciones, incluyendo las del correo electrónico. (Yo dejo activas las de llamadas, mensajes de texto y mi calendario). Establece una regla —para ti y tu familia— de no utilizar el móvil cuando se sienten a comer en la mesa.

Ponte obstáculos

Es sorprendente cuán a menudo encendemos nuestros celulares “solo para revisar” y cuando levantamos la vista veinte minutos más tarde nos preguntamos cómo se nos fue el tiempo tan rápidamente. A eso le llamo “vistazos zombi”, y es casi una garantía que te harán sentir insatisfecho o como si estuvieras desperdiciando tu vida.

Una solución es crear obstáculos: pequeñas trabas que te obliguen a desacelerar y asegurarte de que, cuando veas tu celular, se trate de una decisión consciente. Ponle una liga a tu celular como recordatorio tangible para hacer una pausa o elige una imagen de fondo de pantalla en la que te preguntes si de verdad quieres revisar tu móvil.

Ponle atención a tu cuerpo

Cuando te das cuenta de que estás en medio de un ciclo vicioso con tu celular, pregúntate cómo es tu postura, cómo estás respirando, ¿lo que estás viendo en tu teléfono te hace sentir bien?, ¿quieres usarlo en este momento? Cuanto más consciente estés de tus propias experiencias en el momento, más fácil será que cambies tu comportamiento.

Practica con separaciones de prueba

Deja tu móvil en casa mientras sales a dar un paseo. Echa un vistazo por la ventana durante tu trayecto en vez de revisar el correo electrónico. Al principio, podría sorprenderte el poder con que anhelas tu celular. Pon atención a ese anhelo. ¿Cómo se siente en tu cuerpo? ¿Qué está pasando en tu mente? Sigue observando y, al final, podrías encontrarte con que desaparece solo.

Usa la tecnología para protegerte de ella

Aplicaciones de seguimiento del tiempo como Moment, Quality Time y (OFFTIME) medirán cuánto tiempo pasas frente a tu pantalla. (Prepárate para sentirte horrorizado). Freedom y Flipd te permiten bloquear el acceso a aplicaciones problemáticas y sitios web cuando quieres tomar un descanso (con Flipd también puedes crear desafíos amistosos con otras personas para ver quién es capaz de pasar más tiempo desconectado). Apple ahora tiene un modo de “No molestar al ir al volante” que envía respuestas automatizadas personalizadas de mensajes de texto para que puedas alejarte de tu teléfono sin preocuparte por dejar a alguien en espera. Lilspace hace lo mismo en Android y muestra un temporizador en tu protector de pantalla para que veas cuánto tiempo has logrado mantenerte desconectado (una función extrañamente motivadora).

Observa a otras personas mientras usan su celular como recordatorio de tus propias intenciones

Ahora mismo, ver a alguien más que saca su móvil en el elevador quizá hará que también quieras revisar el tuyo. Sin embargo, con la práctica, puedes transformar esa reacción en una señal para establecer un nuevo hábito más saludable. Cuando veo que otras personas sacan su teléfono, intento que sea una señal para inhalar y relajarme. (Lo logro la mayoría de las veces).

Adopta una actitud existencial al respecto

Si todo lo demás falla, considera tu propia mortalidad. ¿Cuántas personas en sus lechos de muerte crees que dirán: “Desearía haber pasado más tiempo en Facebook”? Sigue preguntándote lo mismo una y otra vez. Es tu vida. ¿Cuánto tiempo quieres pasar en tu celular?


Catherine Price es la autora de “How to Break Up With Your Phone: The 30-Day Plan to Take Back Your Life”.

viernes, 11 de octubre de 2019

LA VERDADERA RELIGIÓN


DESPUÉS


Fue asesinado en una cervecería de los suburbios. Un policía lo mató por error, o porque andaba con una guitarra y tenía el pelo largo y no sabía bajar la cabeza ante la autoridad. El policía lo agarró por el pelo, le metió el caño de la pistola en un ojo y disparó. 

Javier Rojas fue enterrado en Buenos Aires. Y mientras en Buenos Aires se abría la tierra para recibirlo, muy lejos de allí, en Antofagasta, tembló la tierra donde Javier había nacido. Un maremoto, venido muy del fondo de las aguas, sacudió violentamente aquellas costas mientras el entierro ocurría. Y Gabriela, la hermana de Javier, pensó que Dios no existe, pero los dioses sí. 

Desde la noche que murió Javier, Gabriela perdió el olfato. Dejó de sentir el olor de las plantas, que habla por ellas, y el olor de las pieles, que revela a la gente, y el olor de los libros viejos, que es el olor del tiempo en que fueron leídos. 

Ayelén, la hija de Gabriela, supo de la muerte del tío y lloró hasta vaciarse. Después conversó el asunto con su mejor amiga, una pajarita invisible que duerme arriba del ropero y se llama Bocasucia, por su tendencia a las malas palabras. Y tras mucho charlar con la pajarita. Ayelén preguntó a su abuela: 

—Si Javier no está, ¿dónde está? 

—En el cielo— dijo la abuela. 

Y la niña quiso saber: 

—Y en el cielo, ¿hay policías?



Tomado de:
Cuentos de Galeano en la Jornada
Eduardo Galeano
Fotografía de internet

jueves, 10 de octubre de 2019

PERRERA


Cuando llega el invierno, el perro siente frío. Se dice entonces:

"Necesito absolutamente una perrera. iCuando vuelva el verano, me haré una de piedra, para pasar en ella el invierno!"

Pero, cuando llega el verano, nuestro perro recobra vigor y se pone de nuevo grueso. Orgulloso de su nueva fuerza, dice:

"¡Ninguna vivienda es suficientemente grande para mí!"

Y, ahíto, va a tumbarse perezosamente a la sombra. Por mucho que su corazón le diga: "¡Anda! ¡Construye tu perrera!", él se dice a sí mismo: "¿Qué perrera sería digna de acogerme?"

Cada vez que caes enfermo, tus deseos y tus ambiciones pierden su fuerza y construyes una casa de arrepentimiento.



150 Cuentos sufíes
Maulana Jalāl al-Dīn Rūmī
Fotografía tomada de internet

LAS IDEAS TE ENVEJECEN


miércoles, 9 de octubre de 2019

PENSAMIENTO Y CONCIENCIA


HAZ DEL DHARMA ALGO PERSONAL


Algunos podemos aceptar a los demás, estén donde estén, con mucha más facilidad de lo que nos aceptamos a nosotros mismos. Sentimos que la compasión está reservada para los demás y nunca se nos ocurre sentirla por nosotros mismos. 

Mi experiencia me enseña que cuando practicamos sin tomárnoslo como un deber, vamos descubriendo gradualmente nuestro despertar y nuestra confianza. Gradualmente, sin programa previo excepto el de ser honestos y bondadosos, asumimos la responsabilidad de estar aquí, en este mundo impredecible, en este momento único, en este precioso cuerpo humano. 

Por fin llegué a ese momento en el que estaba preparada para ralentizar el impulso habitual de mi mente y dejar de ser tan predecible. Empecé por dejar de actuar de la manera habitual. Me resultó difícil porque sentía muchas ganas de resolver el problema; era la sensación que Trungpa Rinpoche llamaba «nostalgia del samsara». Pero mi curiosidad respecto a las enseñanzas era mayor que mi anhelo de hacer lo que siempre había hecho. Estaba entrando en tierra de nadie y me sentía temblorosa. Era una situación real, no una elevada teoría que hubiera leído en algún libro. No sabía qué pasaría a continuación, pero cualquier cosa era preferible a reaccionar como siempre lo había hecho. 

Cada acto cuenta. Cada pensamiento y emoción también cuentan. Éste es el único camino que tenemos. Aquí es donde hemos de aplicar las enseñanzas y donde llegamos a entender por qué meditamos. Sólo vamos a estar aquí un breve espacio de tiempo. Aunque vivamos hasta los 108 años, nuestra vida será demasiado breve para ser testigos de todas sus maravillas. El dharma es cada acto, cada pensamiento, cada palabra que pronunciamos. 

¿Estamos dispuestos a darnos cuenta cada vez que nos descentramos y a hacerlo sin avergonzarnos? ¿Aspiramos al menos a no considerarnos un problema, sino seres humanos muy típicos que en este mismo momento pueden tomarse un descanso y dejar de ser tan predecibles? 

Según mi experiencia, así es como nuestros pensamientos empiezan a ralentizarse. Mágicamente, de repente parece que hay mucho más espacio para respirar, mucho más espacio para bailar y mucha más felicidad. 

El dharma puede curar nuestras heridas, antiguas heridas procedentes no del pecado original, sino de un malentendido tan antiguo que ya ni podemos verlo. La instrucción es relacionarnos compasivamente con nosotros mismos aceptando el lugar donde nos encontramos, y empezar a considerar que nuestra situación es trabajable. Estamos pillados en el hábito de aferrarnos a las cosas y fijarlas, que hace que tengamos la misma reacción una y otra vez; así es como proyectamos nuestro mundo. Cuando vemos este mecanismo, aunque sólo sea un segundo cada tres semanas, podemos pillarle rápidamente el truco a este proceso de solidificar las cosas y podemos detener nuestro mundo claustrofóbico, dejando en el suelo el equipaje que acarreamos desde siglos y entrando en un nuevo territorio. 

Si preguntas cómo hacerlo, la respuesta es simple. Haz del dharma algo personal, explóralo de todo corazón y relájate. 


Extracto del libro:
Cuando Todo Se Derrumba
Pema Chödron
Fotografía de Internet
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