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miércoles, 28 de mayo de 2014

sábado, 25 de mayo de 2013

EL NOMBRAR


Y bien, ¿por qué nombramos algo? ¿Por qué asignamos un rótulo a una flor, a una persona, a un sentimiento? Lo hacemos, o bien para comunicar nuestro sentimiento, para describir la flor, y así sucesivamente, o para identificamos con este sentimiento, ¿no es así? Nombro algo, un sentimiento, para comunicarlo: "estoy furioso". O me identifico con ese sentimiento a fin de fortalecerlo, de disolverlo o de hacer algo al respecto.

Es decir, damos un nombre a algo, a una rosa, para comu nicar esto a otros; o bien, nombrándolo pensamos que lo hemos comprendido. Decimos: "es una rosa", la miramos rápidamente y proseguimos nuestro camino. Al darle un nombre creemos haberla comprendido; hemos clasificado esa flor y pensamos que así hemos captado todo su contenido y su belleza.

Ahora bien, si no es tan sólo para comunicar, ¿qué ocurre cuando damos un nombre a una flor, a cualquier cosa? Por favor, sigan esto, examínenlo conmigo. Aunque sea yo quien se expresa en voz alta, ustedes también participan en lo que se dice. Dando un nombre a algo nos hemos limitado a ponerlo en una categoría, y pensamos que lo hemos comprendido; no lo miramos más atentamente. Pero si no lo nombramos estamos obligados a mirarlo. O sea, abordamos la flor, o lo que fuere, con un sentido de novedad, con una calidad nueva de examen: la miramos como si nunca la hubiésemos mirado antes. [El conocimiento de uno mismo].

La Esencia de las Enseñanzas de:
JIDDU KRISHNAMURT

viernes, 24 de mayo de 2013

PLACER Y DOLOR



¿Por qué busca uno el placer y descarta el dolor? Porque uno piensa que el placer es más conveniente, ¿no es así? El sufrimiento es doloroso.

Usted quiere aferrarse a uno y evitar el otro. ¿Por qué? Evitar el dolor es un instinto natural, ¿no? Si yo tengo un dolor de muelas, quiero evitarlo.

Quiero dar un paseo que es placentero. El problema no radica en el placer y el dolor, sino en el eludir uno u otro. La vida es ambas cosas, placer y dolor, ¿no es cierto? La vida es tanto oscuridad como luz. En un día como éste hay nubes y brilla el sol; luego están el invierno y la primavera; son parte de la vida, parte de la existencia. ¿Pero por qué debemos evitar lo uno y aferramos a lo otro? ¿Por qué nos adherimos al placer y escapamos del dolor? ¿Por qué no vivir simplemente con ambos? En el momento que usted quiere eludir el dolor, el sufrimiento, comienza a inventar escapes, cita al Buddha, al Gita, va al cine o inventa creencias. El problema no se resuelve ni por el dolor ni por el placer. De modo que no se aferre al placer ni escape del dolor. ¿Qué sucede cuando se aferra al placer? Usted queda atado, ¿no es así? Y si algo ocurre con la persona a la que está apegado, o con su propiedad, o con su opinión, usted está perdido. Entonces dice que debe haber desapego. No esté apegado ni desapegado; sólo mire los hechos, y cuando usted comprende los hechos, entonces no hay placer ni dolor; simplemente existe el hecho. 

[Krishnamurti y la educación].

La esencia de las enseñanzas de Krishnamurti
Jiddu Krishnamurti

lunes, 24 de septiembre de 2012

UNITOTALIDAD Y AISLAMIENTO

El sol se había puesto y los árboles se destacaban sombríos y bellos contra el oscurecido cielo. El ancho y poderoso río estaba apacible y silencioso. La luna apenas aparecía sobre el horizonte; asomaba entre dos grandes árboles, pero todavía no proyectaba sombras. 

Subimos por la escarpada orilla del río y tomemos un sendero que bordeaba los verdes trigales. Este sendero era un antiquísimo camino; muchos millares de personas lo habían transitado, y era rico en tradición y silencio. Serpenteaba entre prados y mangos, tamarindos y desiertos relicarios. Había anchos espacios de jardines, fragantes alverjillas que perfumaban deliciosamente el aire. Los pájaros se estaban acomodando para la noche, y un gran estanque comenzaba a reflejar las estrellas. La naturaleza no era comunicativa en ese anochecer. Los árboles estaban alejados, se habían sumido en su silencio y oscuridad. Algunos aldeanos pasaron charlando en sus bicicletas, y de nuevo hubo profundo silencio y esa paz que adviene cuando todas las cosas están solitarias. 

Esta unitotalidad no es dolorosa, temible soledad. Es la unitotalidad del ser; es incorruptible, rica, completa. Ese tamarindo no tiene otra existencia que la de ser él mismo. Así es esta unitotalidad. Uno está solo, como el fuego, como la flor, pero no se da cuenta de su pureza y de su inmensidad. Uno puede verdaderamente entrar en comunión sólo cuando hay unitotalidad. Ser unitotal no es el resultado de la negación, del autoencierro. La unitotalidad es la extinción de todos los motivos, de todas las persecuciones del deseo, de todos los fines. La unitotalidad no es un producto final de la mente. No podéis desear ser unitotales. Tal deseo es simplemente un escape a la angustia de no ser capaz de comunión. 

La soledad, con su miedo y su dolor, es aislamiento, la inevitable acción del “yo”. Este proceso de aislamiento, ya sea expansivo o restrictivo, produce confusión, conflicto y sufrimiento. Del aislamiento jamás puede nacer la unitotalidad; el primero debe cesar para que la otra sea. La unitotalidad es indivisible y la soledad es separación. Aquello que es unitotal es flexible y por ende duradero. Unicamente lo unitotal puede entrar en comunión con aquello que carece de causa, lo inconmensurable. Para lo unitotal, la vida es eterna; para lo unitotal no hay muerte. Lo unitotal jamás puede cesar de ser. 

La luna estaba justamente asomando sobre las copas de los árboles, y las sombras eran densas y oscuras. Un perro empezó a ladrar cuando pasábamos por la pequeña aldea y regresábamos por la orilla del río. El río estaba tan sereno y reflejaba sobre sus aguas las estrellas y las luces del largo puente. Parados en lo alto de la orilla unos niños reían, y un bebé lloraba. Los pescadores limpiaban y recogían sus redes. Un ave nocturna cruzó en silencio. Alguien empezó a cantar en la otra orilla del ancho río, y sus palabras eran claras y penetrantes. Y de nuevo sobrevino la unitotalidad que compenetra la vida.

COMENTARIOS SOBRE EL VIVIR 
Primera serie del libro de notas de 
J. KRISHNAMURTI 

viernes, 24 de agosto de 2012

¿CON QUÉ VINCULAS EL AMOR?

“El amor no es una cosa de la mente. Y solo cuando está de veras quieta, que no espera nada, ni pide ni exige ni busca ni posee, cuando ya no tiene celos ni temor ni ansiedad, cuando está realmente en silencio, sólo entonces es posible el amor. La razón de que no tengamos amor es porque las cosas de la mente han llenado nuestros corazones(celos, envidias, deseos de ser alguien, ambición, éxito).

El amor sólo puede existir cuando está ausente el pensamiento del “Yo” y la libertad con respecto al “Yo” reside en el conocimiento propio y así llega la comprensión. El amor no tiene nada que ver con la sensación, que no es un medio para realizarse. El amor existe por sí mismo, sin ningún resultado.

Para la mayor parte de la gente, el amor está vinculado con el sexo y el placer y todos los tormentos que los acompañan: celos, envidias, antagonismos.

Uno ha de terminar con todo el conocimiento acumulado cada día, heridas psicológicas, compararse con otra persona, compadecerse a sí mismo… terminar con todo eso cada día, de modo que al día siguiente la mente de usted sea fresca y joven. Una mente así nunca puede ser lastimada, y eso es inocencia. Uno de las cosas extrañas relacionadas con el amor es que cualquier cosa que podamos hacer, será correcta si amamos. Cuando hay amor, la acción es siempre correcta, en todas las circunstancias. Y cuando existe esa calidad del amor, hay compasión. La compasión implica pasión por todo.”

Krishnamurti

sábado, 18 de agosto de 2012

ATENCIÓN-CONCENTRACIÓN


“La atención no es lo mismo que la concentración. La concentración es exclusión; la atención es contacto total, caer en la cuenta de todo por dentro y por fuera, no excluye nada. A mí me parece que la mayor parte de nosotros no estamos en contacto, no caemos en la cuenta, no sólo de lo que estamos hablando, sino de nuestro entorno, de los colores a nuestro alrededor, de la gente, la forma de los árboles, las nubes, el moverse del agua. Quizá es que estamos tan preocupados con nosotros mismos, con nuestros pequeños problemas, nuestras propias ideas, nuestros placeres, ocupaciones y ambiciones, que no caemos en la cuenta de lo demás. Y sin embargo hablamos mucho sobre el caer en la cuenta, sobre el contacto constante con la realidad que nos rodea por dentro y por fuera.

Una vez en la India yo iba viajando en coche. Conducía un chófer, y yo estaba sentado a su lado. Detrás estaban tres caballeros discutiendo intensamente sobre el “darse cuenta”, y haciéndome a mí preguntas sobre ello. Desgraciadamente, en aquel momento el chófer se distrajo y atropelló a una cabra, y los tres caballeros seguían hablando sobre el caer en la cuenta, sin caer en la cuenta de que habían atropellado a una cabra. Cuando se les indicó su falta de atención a quienes estaban tratando de estar atentos, les sorprendió sobremanera.”

Krishnamurti
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