jueves, 26 de noviembre de 2015

FIDELIDAD (las pruebas del amor)


Estudiando psicología comparada para encontrar raíces de la conducta humana en la conducta animal, observamos algunos hechos muy simbólicos que sirven para pensar en nuestros hábitos monogámicos. 

Estudiando cualquier especie nos encontramos con una norma: Cuando uno de los dos, el macho o la hembra, es mas agresivo que el otro, la comunidad se organiza en harenes. Por ejemplo entre los leones, donde el macho es mas agresivo que la hembra, cada macho se aparea con varias leonas que “le pertenecen”. Entre las arañas, en cambio, donde la agresiva es la hembra, sucede al revés, cada hembra tiene varios machos que le sirven. 

Ahora bien, si ninguno de los dos individuos de la especie es tendencialmente agresivo, entonces se organizan en comunidades. Todos los machos se relacionan sexualmente con todas las hembras y las crías pertenecen a la manada. Y cuando en una especie macho y hembra son agresivos, entonces el esquema tendencial es la monogamia.

Pensemos en nosotros. Traslademos este esquema a la raza humana.

Aquellas culturas donde el hombre detenta cierta agresividad y tiene un lugar hegemónico respecto de la mujer, por ejemplo en las viejas culturas de Oriente, tiene una estructura donde el hombre tiene varias esposas. Por el contrario, en el mito de las amazonas, donde la mujer guerrera tiene el papel hegemónico, son las mujeres las que sostienen harenes de hombres.

EL AMOR Y EL TEMOR


LA MONTAÑA INTERIOR


Cuando se esta en absoluto silencio, no hay movimiento en la mente, uno se empieza a sentir como la gran cima de la montaña... nevada.

La montaña siempre ha atraído a los meditadores. Hay algo en las montañas: el silencio, la quietud, la absoluta inmovilidad... casi atemporalidad. La montaña se mantiene casi siempre permanente, y el modo en que se yergue representa una forma de centrarse. Como si la montaña se hallara en una profunda situación de centrarse, todo se centra hacia dentro. Buda sentado bajo un árbol parece una montaña. Y no es fortuito que las primeras estatuas que se realizaron en el mundo fueran de Buda y estuvieran hechas en piedra piedra: una roca, inmóvil, atemporal, inmortal, centrada en sí misma.
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