jueves, 2 de noviembre de 2017

A MI VERDADERO HOGAR


Introducción de Thich Nhat Hanh

Escucha, escucha, este maravilloso sonido me devuelve a mi verdadero hogar.

Cuando yo tenía nueve años vi en la portada de una revista una imagen del Buda sentado sobre la hierba con una expresión muy serena. En aquel momento supe que yo también quería estar tan tranquilo y feliz como él. Dos años más tarda, mientras cinco amigos estábamos sentados charlando sobre lo que queríamos ser de mayores, nos planteamos muchas profesiones distintas: uno de nosotros dijo que quería ser médico; otro, ingeniero, y otro, ejercer alguna otra profesión. Pero después de un rato nos dimos cuenta de que ninguna de aquellas profesiones nos atraía de veras.

Mi hermano Nho dijo entonces: “Quiero ser monje”. En una idea nueva, pero yo sabía que también quería serlo. En parte debido a la imagen que había visto en la portada de la revista.

Uno de los chicos exclamó: “¿Por qué no nos hacemos todos monjes?”. Fue una conversación infantil, pero en realidad acabamos los cinco siendo monjes. Uno se hizo monje católico, y los cuatro restantes nos hicimos monjes budistas. Y hasta el día de hoy, tres de nosotros seguimos siéndolo. Las semillas para hacerme monje se sembraron profundamente en mí después de aquella conversación. Yo quería de veras serlo, pero sabía que a mis padres les costaría aceptarlo, porque la vida de monje es muy modesta y ellos querían que sus hijos disfrutaran del bienestar de una buena posición económica en la vida. Sabía que debía irles preparando para darles esta noticia con mucha delicadeza.

En aquella época escribía un diario y de vez en cuando anotaba en él mi deseo de ser monje. Un día le pedí a mi madre que se lo leyera a mi padre para que él se fuera acostumbrando a la idea, ya que me resultaba demasiado difícil decírselo personalmente. De esa forma, paso a paso, poquito a poco, fui ganándome la aprobación de mis padres hasta que me permitieron ingresar en un templo. A los dieciséis años me convertí en un novicio.

CORRECTO-EQUIVOCADO


miércoles, 1 de noviembre de 2017

ACTOS DE AMOR


MOVIMIENTO CONTINUO


LOS REFLEJOS EN LA TINAJA

 ¿ Es la identidad una ilusión?

El hijo de un noble acababa de contraer matrimonio y los nuevos esposos se amaban mucho. El hombre dijo a su mujer: “Ve a la cocina y trae vino de la tinaja para brindar”. La mujer fue la cocina y al abrir la tinaja se vio reflejada en el vino y pensó que había en ella otra mujer escondida. Enfurecida volvió donde estaba su marido y le dijo: “Ya tenías una esposa, y la has metido en la tinaja para poder venir a pedirme en matrimonio”.

El marido fue él mismo a la cocina para ver qué sucedía. Abrió la tinaja y vio su propia imagen reflejada. Volvió con su mujer y se lanzó contra ella acusándola de haber escondido a un hombre. Ambos estaban furiosos el uno contra el otro, cada uno de ellos convencido de tener razón.

En estas estaban cuando un brahmán llegó para visitar a la pareja. Preguntó cuál era la causa de la disputa, y fue a su turno a ver de qué se trataba, encontrando también él su propia imagen. Se irritó entonces con el hijo del noble que, pensaba, había escondido a uno de sus amigos en la tinaja y luego había fingido discutir con su mujer. Así que inmediatamente se fue.

Más tarde, una monja a quien el noble hacía donaciones vino y se enteró de cuál era su discusión. Ella quiso conocer el problema por sí misma, y encontró con gran sorpresa una monja en la tinaja, marchándose encolerizada ella también.

Un sabio que pasaba por allí, curioso ante esta historia, quiso mirar, pero él sí comprendió que se trataba de un simple reflejo. Suspiró: “Los hombres de este mundo, ignorantes y estúpidos, toman el vacío por la realidad”. Llamó entonces a los esposos para que vinieran a mirar juntos. Les dijo: “Voy a hacer salir para vosotros a las personas que están en la tinaja”. Cogió entonces una gran piedra y rompió la tinaja. Cuando todo el vino se hubo derramado, no quedó nada en ella. En ese momento el entendimiento de las dos personas despertó y ambos comprendieron que habían discutido por un vulgar reflejo de su propia persona, y ambas se sintieron muy confusas.
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