lunes, 24 de julio de 2017

ENCUENTRO


El yo
No individualidad 
Vacío

Yo no existo y, si durante un momento tú tampoco estás allí, se producirá un en­cuentro: dos vacíos se unirán. Recuerda: sólo dos vacíos pueden encontrarse; no hay otra fu­sión posible. Siempre que hay una unión, se trata de dos vacíos fusionándose.

El yo es muy sólido, demasiado sustancial para fusionarse. Entonces, puedes luchar, cho­car, pero no puedes reunirte con otro. Puedes pensar que ese choque entre dos voces es una reunión; y es una especie de reunión: se juntan, pero nunca están realmente juntos. Se encuen­tran y aun así no se encuentran. Se tocan uno al otro y aun así permanecen intactos. Tu vacío interior permanece como tierra virgen: no ha si­do penetrado.

Pero, cuando el yo no está allí, cuando no sientes mucho "yo", cuando no estás pensando para nada en ti, eso es lo que Buda llama anat­ta: no individualidad. Fue muy mal interpretado. En la india la gente hablaba de atman: el sí mis­mo, el sí mismo supremo. Todo el mundo bus­caba el supremo sí mismo, la forma de transfor­marse en el sí mismo fundamental. Y entonces viene Buda y dice que no hay sí mismo que al­canzar y que es mejor la no individualidad. Su enseñanza no podía ser aceptada. Buda fue ex­pulsado de su país. No se lo aceptaba en ninguna parte. Un Buda siempre es expulsado. Adondequiera que vaya, lo expulsarán, pues te golpea tan profundamente que no puedes tolerarlo. Dice que no existes.

POBREZA DE TIEMPO


domingo, 23 de julio de 2017

PARA LA CÁTEDRA DE DERECHO CIVIL


Están haciendo cola los pobres de absoluta pobrecía, los condenados a pena de pena perpetua. Olor a jabón barato, gente limpita y peinada; la ley se despierta temprano, hoy atiende el abogado de primera hora.

El abogado ve que en la cola espera una anciana con varios niños y un bebé en brazos. Cuando le llega el turno, ella muestra sus papeles. Los niños no son nietos, son hijos. Esa mujer tiene treinta años y nueve hijos, y viene a pedir ayuda. Ella había levantado un rancho de lata y madera en algún lugar de las orillas del Cerro de Montevideo; creía que era tierra de nadie, pero era de alguien. Y ahora van a echarla de allí, ya le ha llegado esa cosa que se llama orden de lanzamiento.

El abogado la escucha, revisa los papeles que ella ha traído, menea la cabeza. Demora en hablar, traga saliva, por fin dice:

—Lo lamento, señora, pero no hay nada que hacer.

El abogado lo dice en voz baja, mirando al suelo.

NUESTRA PROGRAMACIÓN


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