Cuando hablo de amores y competencia entre hermanos, afortunadamente, no puedo dejar de acordarme del cuento del labrador y su testamento.
Cuentan que el viejo Nicasio se asustó tanto con su primer dolor en el pecho que mandó a llamar al notario para dictarle un testamento.
El viejo siempre había conservado el mal gusto que le dejó la horrible situación sucedida entre sus hermanos a la muerte de sus padres. Se había prometido que nunca permitiría que esto pasara entre Fermín y Santiago, sus dos hijos. Dejó por escrito que a su muerte un agrimensor (quien mide tierras) viniera hasta el campo y lo midiera al milímetro.