sábado, 20 de abril de 2013

CINCO PERMISOS


Tengo que poder darme cuenta que hay un adulto en mí que tiene que hacerse cargo de ese niño en mí.

Después de poder depender de mí, después de saber que me tengo que hacer cargo de mis aspectos dependientes, recién entonces buscar al otro.
Para poder ayudarte, pedirte, ofrecerte, para poder darte lo que tengo para darte y poder recibir lo que vos tengas para darme, primero voy a tener que conquistar este lugar, el lugar de la autodependencia.

Y ya que dependo de mí, voy a tener que concederme a mí mismo algunos permisos si quiero ser una persona. Y digo concederme a mí mismo y digo que te concedas a vos mismo y digo que cada uno haga lo propio; porque no hablamos del señor que cometió un error y está preso, de la pobre mujer descerebrada que está en una cama del hospital ni del hombre que agoniza víctima de una enfermedad terminal... Hablamos, en verdad, de nosotros. De los permisos que Virginia Satir llamaba “inherentes a ser persona”.

Cualquiera que no ostente alguno de estos cinco permisos no es una persona.
Y uno se pregunta, ¿qué es, si no es una persona?...
Será, con toda seguridad, un ser humano, tal vez también un individuo, pero... una persona NO.

Porque, como dije anteriormente, ser persona es mucho más.
  1. / Me concedo a mí mismo el permiso de estar y de ser quien soy, en lugar de creer que debo esperar que otro determine dónde yo debería estar o cómo debería ser.
  2. / Me concedo a mí mismo el permiso de sentir lo que siento, en vez de sentir lo que otros sentirían en mi lugar.
  3. / Me concedo a mí mismo el permiso de pensar lo que pienso y también el derecho de decirlo, si quiero, o de callármelo, si es que así me conviene.
  4. / Me concedo a mí mismo el permiso de correr los riesgos que yo decida correr, con la única condición de aceptar pagar yo mismo los precios de esos riesgos.
  5. / Me concedo a mí mismo el permiso de buscar lo que yo creo que necesito del mundo, en lugar de esperar que alguien más me dé el permiso para obtenerlo.
Estos cinco permisos esenciales condicionan nuestro ser persona. Y ser persona es el único camino para volverse autodependiente.

Porque estos permisos me permiten finalmente ser auténticamente quien soy.

Del libro:
El Camino de la Auto-Dependencia
 

Jorge Bucay
 

viernes, 19 de abril de 2013

LA FE ES UNA CONFIANZA MUERTA


FE Y CONFIANZA

La fe es una confianza muerta. De hecho, no confías  pero sigues creyendo, eso es la fe. Pero la confianza es algo vivo. Es como el amor.

Todas las fes han perdido lo que llamas oración, lo que llamas meditación. Han olvidado todo el lenguaje del éxtasis. Todas se han vuelto intelectuales: credos, dogmas, sistemas. Hay muchas palabras, pero falta el significado, la importancia está perdida. Y eso es natural. No me quejo de eso. Así ha de ser. 

Cuando un Jesús está vivo, la religión camina sobre la Tierra, y aquellos pocos lo bastante afortunados como para reconocerlo viven el impacto de una religión viva. Si eres lo bastante afortunado como para reconocerlo y caminar unos pasos con Jesús, quedaras transformado. No es que te conviertas en cristiano -eso es superficial-, pero algo de Cristo entra en ti. Algo sucede entre tú y Cristo. Te vuelves orador. Tienes ojos distintos con los que ver, un corazón distinto que palpita. Todo sigue igual, pero tu cambias.

Los árboles son verdes, pero ahora de un modo diferente. El paisaje ha cobrado vida. Casi puedes tocar la vida que te rodea. Pero cuando Jesús desaparece, lo que sea que haya dicho queda formulado, sistematizado. Entonces la gente se vuelve cristiana intelectualmente, pero el Dios vivo va no está allí. 

La fe es una confianza muerta. De hecho, no confías  pero sigues creyendo, eso es la fe. Pero la confianza es algo vivo. Es como el amor.

Del libro
DÍA DÍA
Osho
Día 124

LA PEOR PERSONA DEL MUNDO


RECIBO MUCHAS CARTAS de la «peor persona del mundo».

A veces son de una persona que envejece y siente que ha perdido su vida. Otras veces se trata de una adolescente suicida que está pidiendo ayuda. Las personas me lo pasan así de mal pueden tener cualquier edad, forma o color, y lo que todas ellas tienen en común es que no sienten amor compasivo por sí mismas.

Recientemente me encontraba hablando con un hombre que conozco desde hace mucho tiempo. Siempre le había considerado una persona tímida y de buen corazón que dedicaba más tiempo que la mayoría a ayudar a los demás. Aquel día se sentía desalentado y sentía que no había esperanza para él. Tratando de tomarle un poco el pelo le pregunté: «Bueno, ¿no crees que en algún lugar de este planeta debe de haber alguien peor que tú?»

Respondió con una sinceridad desgarradora: «No. Si quieres saber lo que siento realmente es que no hay nadie tan malo como yo.»

Este encuentro me hizo pensar en una viñeta de Gary Larson que vi una vez. Dos mujeres están observando por la mirilla detrás de una puerta cerrada al monstruo que está al otro lado. Una de las señoras dice: 

«Cálmate, Edna. Sí que es un insecto gigantesco y apestoso, pero puede que sea un insecto gigantesco y apestoso que necesite ayuda.»

En el caso de muchos de nosotros, los que peor nos lo hacemos pasar somos nosotros mismos. Sin embargo, nunca es demasiado pronto o demasiado tarde para practicar el amor compasivo. Es como si tuviéramos una enfermedad terminal pero aún fuéramos a vivir cierto tiempo. Como no sabemos cuánto tiempo nos queda, empezamos a pensar que estaría bien reconciliarnos con nosotros mismos y con los demás en las horas, meses o años que nos queden. 

Se dice que no podemos alcanzar la iluminación, por no hablar de sentirnos felices y alegres, sin ver quiénes somos y lo que hacemos, sin darnos cuenta de nuestros patrones y hábitos. A esto se le llama maitri, a desarrollar la amistad incondicional y el amor compasivo hacia nosotros mismos. 

La gente suele confundir este proceso con la construcción o la mejora de uno mismo. Podemos estar tan pillados en ser buenos con nosotros mismos que no prestemos ninguna atención al impacto que ejercemos en los demás. Podemos pensar erróneamente que maitri es una forma de encontrar una felicidad duradera; como suelen prometer seductoramente los anuncios publicitarios, con maitri podríamos sentirnos bien durante el resto de nuestra vida. Maitri tampoco es darnos una palmada en la espalda y decirnos, «eres el mejor”, o «no te preocupes, cariño, que todo se va a resolver». Más bien es un proceso que expone el autoengaño tan cuidadosa y compasivamente que ya no hay máscara que nos pueda ocultar.

Del libro:
Cuando Todo Se Derrumba
Pema Chödron

jueves, 18 de abril de 2013

EL AMOR ES CIEGO..



MEDITACIÓN 8 
"He venido a este mundo para un juicio: para que los que no ven, vean, y los que ven, se queden ciegos". 
(Jn 9,39) 

Se dice que el amor es ciego. Pero ¿lo es de veras? De hecho, nada hay en el mundo tan clarividente como el amor. Lo que es ciego no es el amor, sino el apego: ese estado de obcecación que proviene de la falsa creencia de que algo o alguien es del todo necesario para ser feliz. ¿Tienes algún apego de esa clase? ¿Hay cosas o personas sin las que, equivocadamente, creas que no puedes ser feliz? Haz una lista de ellas ahora mismo, antes de que pasemos a ver de qué manera exactamente te ciegan. 

Imagínate a un político que está convencido de que no puede ser feliz si no alcanza el poder: la búsqueda del poder va a endurecer su sensibilidad para el resto de su vida. Apenas tiene tiempo para dedicarlo a su familia y sus amigos. De pronto, ve a todos los seres humanos -y reacciona ante ellos- en función de la ayuda o amenaza que pueden suponer para su ambición. Y los que no suponen ninguna de las dos cosas ni siquiera existen para él. Si, además de esta ansia de poder, está apegado a otras cosas, como el sexo o el dinero, el pobre hombre será tan selectivo en sus percepciones que casi puede afirmarse que está ciego. esto es algo que ve todo el mundo, excepto él mismo. Y es también lo que conduce al rechazo del Mesías, al rechazo de la verdad, la belleza, y la bondad, porque uno se ha hecho ciego para percibirlas. 

Imagínate ahora a ti mismo escuchando una orquesta cuyos timbales suenan tan fuerte que hacen que no se oiga nada más. Naturalmente, para disfrutar de una sinfonía tienes que poder oír cada uno de los instrumentos. Del mismo modo, para vivir en ese estado que llamamos "amor" tienes que ser sensible a la belleza y al carácter único de cada una de las cosas y personas que te rodean. difícilmente podrás decir que amas aquello que ni siquiera ves; y si únicamente ves a unos cuantos seres, pero excluyes a los otros, eso no es amor ni nada que se le parezca, porque el amor no excluye absolutamente a nadie, sino que abraza la vida entera: el amor escucha la sinfonía como un todo, y no únicamente tal o cual instrumento. 

Detente ahora por unos instantes y observa cómo tus apegos -al igual que el apego del político al poder, o el del hombre de negocios al dinero- te impiden apreciar debidamente la sinfonía de la vida. O tal vez prefieras verlo de esta otra manera: existe una enorme cantidad de información que, procedente del mundo que te rodea, afluye hacia ti a través de los sentidos, los tejidos y los diversos órganos de tu cuerpo; pero tan sólo una pequeña parte de esa información consigue llegar a tu mente consciente. Es algo parecido a lo que ocurre con la inmensa cantidad de "feed-back" que se envía al Presidente de una nación: Sólo una mínima parte de la misma llega hasta él, porque alguien en su entorno se encarga de filtrar y de tamizar dicha información. ¿Quién decide, pues, lo que finalmente, de entre todo el materia que te llega del mundo circundante, se abre camino hasta tu mente consciente? Hay tres filtros que actúan de manera determinante: tus apegos, tus creencias y tus miedos. 

En primer lugar, tus apegos: inevitablemente, siempre prestarás atención a lo que favorece o pone en peligro dichos apegos, y fingirás no ver lo demás. Lo demás no te interesará más de cuanto pueda interesarle al avaro hombre de negocios cualquier cosa que no suponga hacer dinero. En segundo lugar, tus creencias: piensa por un momento en el individuo fanático que tan sólo se fija en aquello que confirma lo que él cree y apenas percibe cuanto pueda ponerlo en entredicho, y comprenderás lo que tus creencias suponen para ti. Finalmente tus miedos: si supieras que ibas a ser ejecutado dentro de una semana, tu mente se centraría exclusivamente en ello y no podrías pensar en otra cosa. Esto es lo que hacen los miedos: fijar tu atención en determinadas cosas, excluyendo todas las demás. Piensa equivocadamente que tus miedos te protegen, que tus creencias te han hecho ser lo que eres y que tus apegos hacen de tu vida algo apasionante y firme. Y no ves, sin embargo, que todo ello constituye una especie de pantalla o filtro entre ti y la sinfonía de la vida.
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...