martes, 18 de septiembre de 2012

EL ERROR BÁSICO



Cuando estás inmerso en el pensamiento compulsivo, estás evitando lo que es. No quieres estar donde estás. Aquí, Ahora.

Los dogmas —religiosos, políticos, científicos surgen de la creencia errónea de que el pensamiento puede contener y encerrar la realidad o la verdad. Los dogmas son prisiones conceptuales colectivas. y lo extraño es que la gente ama la celda de su prisión porque le da sensación de seguridad, una falsa sensación de «yo sé».

Nada ha causado más sufrimiento a la humanidad que sus dogmas. Es cierto que cada dogma se viene abajo antes o después, porque su falsedad acaba siendo revelada por la realidad; sin embargo, a menos que el error básico sea visto tal como es, el dogma será reemplazado por otros.

¿Cuál es el error básico? La identificación con el pensamiento.

El despertar espiritual es el despertar del sueno del pensamiento.

El reino de la conciencia es mucho más vasto de lo que el pensamiento puede entender. Cuando dejas de creerte todo lo que piensas, sales del pensamiento y ves con claridad que el pensador no es quien tú eres.

ECKHART TOLLE
El Silencio Habla

MIRA FUERA...MIRA DENTRO...


Mira fuera: ¡qué hermosa creación! Mira dentro: ¡qué Dios más hermoso!

"Es bueno fijarse en el exterior 
porque el exterior es la creación de Dios; 
es bueno mirar hacia dentro 
porque dentro está sentado el Creador. 
Las dos cosas son buenas. 
Los ojos han de parpadear; 
no han de permanecer abiertos para siempre, 
ni estar cerrados para siempre. 
Han de parpadear: 
abrir y cerrarse, 
abrir y cerrarse. 
Éste es el ritmo: 
dentro, fuera, 
dentro, fuera.
Mira fuera: ¡qué hermosa creación! 
Mira dentro: ¡qué Dios más hermoso! 
Y lentamente 
te darás cuenta de que interior y exterior se encuentran 
y funden en uno solo".

Osho, Tao Los tres tesoros, Vol. II
Fuente Osho Maestro (blog)

EL CUERPO PASAJERO


¿Por qué la mayoría de los que han revivido después de la muerte clínica han perdido el miedo a la muerte? Reflexiona sobre ello. 

Por supuesto que sabes que vas a morir, pero eso no es más que un concepto mental hasta que te topes por primera vez con la muerte «en persona»: por medio de una enfermedad grave, de un accidente que te ocurre o le sucede a alguien cercano a ti o por el deceso de un ser querido, la muerte entra en tu vida haciendo que te des cuenta de tu propia mortalidad. 

La mayoría de las personas se alejan atemorizadas de la muerte; pero si no te acobardas y afrontas el hecho de que tu cuerpo es pasajero y podría desvanecerse en cualquier momento, se produce cierta desidentificación, por pequeña que sea, de tu forma física y psicológica, del «yo». Cuando ves y aceptas la naturaleza impermanente de todas las formas de vida, te sobreviene una extraña sensación de paz. 

Afrontando la muerte, tu conciencia se libera, en cierta medida, de la identificación con la forma. Por eso, en algunas tradiciones budistas los monjes visitan regularmente los cementerios para sentarse y meditar entre los difuntos. 

En las culturas occidentales, la negación de la muerte sigue estando muy extendida. Incluso la gente mayor trata de no hablar ni pensar en ella, y existe la costumbre de ocultar los cuerpos de los muertos. Una cultura que niega la muerte será inevitablemente superficial, pues sólo se preocupa por la forma externa de las cosas. Cuando se niega la muerte, la vida pierde su profundidad. La posibilidad de saber quiénes somos más allá del nombre y la forma, la dimensión trascendente, desaparece de nuestras vidas porque la muerte es la puerta a esa dimensión. 

La gente suele sentirse incómoda con los finales, porque cada final es una pequeña muerte. Por eso, en muchas lenguas, la palabra «adiós» significa «volveremos a vernos». 

Cuando una experiencia -una reunión de amigos, unas vacaciones, que tus hijos crezcan y se vayan de casa- llega a su fin, mueres un poco. La «forma» que esa experiencia tenía en tu conciencia se disuelve. Esto suele producir un sentimiento de vacío que muchas personas prefieren no sentir, no afrontar. 

Sí puedes aprender a aceptar, e incluso a dar la bienvenida a los finales de tu vida, tal vez descubras que el sentimiento de vacío, que inicialmente te pareció incómodo, se convierte en una sensación de espacio interno que es profundamente apacible. 

Aprendiendo a morir diariamente de este modo, te abres a la Vida.

ECKHART TOLLE
El Silencio Habla

lunes, 17 de septiembre de 2012

LOS NATIVOS


OBSTÁCULOS


Voy andando por un sendero.

Dejo que mis pies me lleven.
Mis ojos se posan en los árboles, en los pájaros, en las piedras. En el horizonte se recorte la silueta de una ciudad. Agudizo la mirada para distinguirla bien. Siento que la ciudad me atrae.
Sin saber cómo, me doy cuenta de que en esta ciudad puedo encontrar todo lo que deseo. Todas mis metas, mis objetivos y mis logros. Mis ambiciones y mis sueños están en esta ciudad. Lo que quiero conseguir, lo que necesito, lo que más me gustaría ser, aquello a lo cual aspiro, o que intento, por lo que trabajo, lo que siempre ambicioné, aquello que sería el mayor de mis éxitos.
Me imagino que todo eso está en esa ciudad. Sin dudar, empiezo a caminar hacia ella. A poco de andar, el sendero se hace cuesta arriba. Me canso un poco, pero no me importa.
Sigo. Diviso una sombra negra, más adelante, en el camino. Al acercarme, veo que una enorme zanja me impide el paso. Temo… dudo.
Me enoja que mi meta no pueda conseguirse fácilmente. De todas maneras decido saltar la zanja. Retrocedo, tomo impulso y salto… Consigo pasarla. Me repongo y sigo caminando.
Unos metros más adelante, aparece otra zanja. Vuelvo a tomar carrera y también la salto. Corro hacia la ciudad: el camino parece despejado. Me sorprende un abismo que detiene mi camino. Me detengo. Imposible saltarlo
Veo que a un costado hay maderas, clavos y herramientas. Me doy cuenta de que está allí para construir un puente. Nunca he sido hábil con mis manos… Pienso en renunciar. Miro la meta que deseo… y resisto.
Empiezo a construir el puente. Pasan horas, o días, o meses. El puente está hecho. Emocionado, lo cruzo. Y al llegar al otro lado… descubro el muro. Un gigantesco muro frío y húmedo rodea la ciudad de mis sueños…
Me siento abatido… Busco la manera de esquivarlo. No hay caso. Debo escalarlo. La ciudad está tan cerca… No dejaré que el muro impida mi paso.

Me propongo trepar. Descanso unos minutos y tomo aire… De pronto veo, a un costado del camino un niño que me mira como si me conociera. Me sonríe con complicidad.

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