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martes, 2 de agosto de 2022

EL MONO QUE SALVÓ A UN PEZ


—¿Qué demonios estás haciendo —le pregunté al mono 
cuando lo vi sacar un pez del agua y colocarlo en la rama de un árbol.

—Estoy salvándolo de morir ahogado —me contestó el mono.

Si nos ponemos a reflexionar sobre este pequeñísimo relato, seguramente encontraremos que nos habla acerca de las consecuencias de nuestras "buenas intenciones". Pero en un sentido más profundo, también podría indicarnos que es necesario comprender y respetar el hecho de que cada uno debe vivir según las reglas de su propia naturaleza.



Extracto del libro:
Recopilaciones "Cuentos y Fábulas del Buda"
Sri Deva Fénix
Fotografía de internet

jueves, 16 de junio de 2022

EL PRÍNCIPE GAMANI


El Valor de los Consejos Sabios de un Maestro.

En el pasado había un rey que tenía cien hijos. El más joven y último en la sucesión era el Príncipe Gamani. Tenía un carácter emprendedor, paciente y amable.

Para educar e instruir a cada príncipe, el rey le asignó un maestro. El Principe Gamani, aunque era el último en la sucesión, tuvo la suerte de recibir el mejor maestro. Tenía más sabiduría que los demás y trató al príncipe como un padre trata a su hijo. A su vez, el Príncipe Gamani quería mucho a su maestro, lo trataba siempre con gran respeto y obedecía a todos sus mandados.

En aquél tiempo y según la costumbre, el rey envió a cada uno de los príncipes a una de las provincias del país para que pudiera entrenarse en el arte de gobernar y en el trato con la gente. Cuando el Príncipe Gamani llegó a la edad para ser enviado, fue a ver a su maestro para preguntarle cuál de las provincias debía escoger. El maestro le aconsejó:

"No te conviene irte a ninguna provincia. En su lugar, dile a tu padre si él envía a su hijo heredero número cien a una provincia, entonces no le quedará ninguno para servirle en la ciudad."

El Príncipe Gamani obedeció a su maestro y se quedó en la ciudad para complacer a su padre con afecto y lealtad.

Después de un tiempo, el príncipe volvió a ver a su maestro y le preguntó: "¿Cuál es la mejor manera para servir a mi padre y al pueblo de la capital?―El sabio maestro le contestó: ― Pídale al rey ponerte a cargo de las finanzas para recolectar los pagos e impuestos y distribuir las ganancias y beneficios entre la gente.

Si lo acepta, entonces haz tu trabajo con honestidad y rectitud, mostrando siempre buena disposición y amabilidad para con la gente."

El príncipe siguió el consejo de su maestro. Como el rey confiaba en su hijo, estaba feliz de encargarlo de esas funciones. Cada vez que el príncipe salió para la difícil tarea de recolectar los pagos e impuestos, actuó con amabilidad, rectitud y apegado a la ley. Cada vez que distribuyó alimentos y medicinas a los pobres, se mostró generoso y cordial. En poco tiempo el príncipe Gamani se ganó el respeto y la admiración de toda la gente.

Entonces, la vida del rey se acercó a su fin. Sus ministros se juntaron alrededor de su lecho y preguntaron cuál de sus hijos debía heredar el trono.

El rey dijo que como todos sus cien hijos tenían el mismo derecho, sería mejor que el mismo pueblo escogiera al príncipe que debía ser su próximo rey.

Después que el rey murió, todos los ciudadanos eligieron a Gamani, el príncipe número cien, como sucesor de su padre.

Debido a su bondad y nobleza le coronaron como Rey Gamani el Recto.

Cuando sus noventa y nueve hermanos se enteraron, se sintieron muy mal, ya que todos eran mayores. Lleno de rabia y envidia se prepararon para pelear. Enviaron un mensaje al Rey Gamani, diciendo: "Todos tus hermanos somos mayores que tú. Los países vecinos se van a reír de nosotros si aceptamos que el príncipe número cien sea el que gobierne.

Es mejor que abandones el trono o te lo quitaremos por la fuerza."

Después de recibir este mensaje, el Rey Gamani se lo enseñó a su maestro y le pidió su orientación.

En verdad, este honorable maestro era la encarnación de un Ser Iluminado y le aconsejó con gran sabiduría:.

"Comunícales que no vas a pelear contra tus hermanos y que no les darás la oportunidad de matar a las gentes inocentes del pueblo que amas.

Diles que en lugar de pelear decidiste repartir las riquezas del reino entre todos los cien príncipes.

Entonces, mándales a cada uno la parte que le pertenece."

Nuevamente, Gamani aceptó el consejo de su maestro y dividió el tesoro del rey entre cien.

Mientras tanto, cada uno de los noventa y nueve príncipes trajo su pequeño ejército para atacar a la capital. Cuando recibieron el mensaje de Gamani, junto con sus respectivas porciones del tesoro real, se juntaron para decidir qué hacer.

Al ver que luego de dividir el tesoro real cada una de las cien partes era tan pequeña que no servía de nada. Por lo tanto, no querían aceptar que se dividiera. De igual modo, se dieron cuenta de que si pelearían en contra del Rey Gamani y dividieran el reino entre ellos, a cada uno le tocaría una porción muy insignificante que cualquier vecino enemigo se la quitaría con facilidad. De este modo, todo el reino se perdería y ninguno de ellos podría beneficiarse. Finalmente, decidieron devolver su porción del tesoro real como ofrenda de paz y aceptaron el reinado de Gamani.

Muy contento, Gamani invitó a sus hermanos al palacio para celebrar la paz y la unidad. Los atendió de la manera más noble y generosa y los trató con gran fraternidad y cortesía.

De este modo, el rey y sus noventa y nueve hermanos llegaron a hacerse los mejores amigos y prometieron siempre apoyarse mutuamente.

Esto llegó a conocerse en todos los países vecinos y nadie jamás se atrevió a atacar el territorio de Gamani y sus noventa y nueve hermanos.

Luego de unos meses, cada uno de los hermanos retornó contento y en paz a su respectiva provincia.

Entonces, el Rey Gamani invitó a su viejo maestro al palacio para agradecerle su ayuda. Le colmó de riquezas y de regalos. Preparó una gran fiesta en su honor y dijo a los señores de la corte: "Yo era el número noventa y nueve entre cien príncipes. Todo mi éxito lo debo a los sabios consejos de mi generoso maestro. ¡Ojalá todos sigan las recomendaciones de sus maestros sabios para experimentar gran felicidad y prosperidad en su vida! En nuestro caso, incluso debemos la unidad y la fuerza de nuestro reino a mi querido maestro."

El reino prosperó ampliamente bajo las reglas generosas y justas del Rey Gamani el Recto.

DEBEMOS APRENDER: LAS RECOMPENSAS SE MULTIPLICAN CUANDO UNO SE ATIENE A LOS CONSEJOS DE UN MAESTRO SABIO.



Extracto del libro:
Recopilaciones "Cuentos y Fábulas del Buda"
Sri Deva Fénix
Fotografía de internet

viernes, 12 de noviembre de 2021

SÓLO CAERSE Y ROMPERSE


Había una vez un eremita de Sungyueh que era conocido con el insondable nombre de Horno Caído y Roto (Po Tsao To). En la montaña de Sungyueh, donde él vivía, había 
una pequeña capilla con un horno dentro. Durante mucho tiempo, muchos peregrinos habían ido allí para ofrecer sacrificios a todos los budas, matando y cocinando miles de animales en el horno.

Un día, el eremita reunió a una multitud de monjes de diferentes lugares para visitar su morada. Al entrar en la capilla, empezó a golpear el horno con una gran maza diciendo:

-¡Esto es sólo un horno hecho de ladrillos! ¿Qué clase de espíritus podrían morar en él? ¿Cómo podría ser que absorbiese la fuerza de todos los sacrificios?

En total repitió sus golpes tres veces; y entonces el horno se cayó y se rompió en pedazos. En su lugar, apareció ante los monjes un ser con una túnica azul y les saludó inclinándose con respeto.

-¿Quién eres? -preguntó el eremita.

-Soy el espíritu del horno -fue la respuesta.- Durante mucho tiempo fui recompensado con muchos sacrificios; hoy, debido a las palabras del venerable Maestro, he abandonado mi previa forma para entrar en el Camino del Cielo. Me arrodillo ante ti, oh Maestro, para darte las gracias y expresarte mi respeto.

-No tengo ningún mérito -protestó Po Tsao To-, ésta es tu naturaleza original.

Como respuesta, el espíritu se inclinó saludando tres veces y después se desvaneció.

Tras ver esto, los demás empezaron a hablar todos a la vez.

-Hace mucho tiempo -decían- nos convertimos en monjes, pero nunca recibimos tus instrucciones. Dinos, ¿qué secreto dijiste al espíritu del horno ante cuya compresión se elevó directamente al cielo?

-Como sabéis, sólo dije que el horno estaba hecho de ladrillos; ¿qué otra cosa podría añadir a esto, hermanos?

La multitud no tuvo nada que responder a esas palabras; entonces, el eremita preguntó de nuevo:

-¿No comprendéis?
-No, no comprendemos.

-Ésa es vuestra propia naturaleza primigenia
-dijo-; ¿era tan difícil verlo?

Todos los monjes se iluminaron al oír esto. Uno tras otro empezaron a dar las gracias al eremita, al tiempo que exclamaban: ¡Sólo caerse y romperse! ¡Simplemente caerse y romperse!

Comentario: El espíritu del horno había disfrutado y dependido de los sacrificios que aceptó durante muchos años a través del horno como su «cuerpo»; al final, gracias al eremita, tuvo la oportunidad de comprender por sí mismo la naturaleza común del espíritu y del cuerpo del horno. Al fin y al cabo, el horno estaba hecho de ladrillos. Los huesos y la carne consisten también en numerosos elementos. En el budismo consisten en los cuatro elementos principales: tierra, agua, viento y fuego. En este punto, la forma del horno es la misma que cualquier criatura. El espíritu de todas las criaturas está basado en huesos, carne y columna vertebral. De esta forma puede verse la estricta conexión entre el horno y su espíritu; son lo mismo.

El eremita guió a los monjes a través de la contemplación de esta Verdad. Su tarea consistía en destruir en su mente los límites relativos entre el «cuerpo» y el «espíritu», el «yo» y «las otras cosas». Al destruir el horno, el Maestro los hizo elevarse al reino de la Vacuidad y ver la naturaleza vacía del ser. 

Se sintió feliz al ver que los monjes habían alcanzado por fin la realización; de aquí que su exclamación «¡Sólo caerse y romperse!» signifique «¡Ni forma ni espíritu!». No había absolutamente nada, en total acuerdo con el principio chan, que decía: «Los Cuatro Grandes Reinos consisten en nada; las Cinco Esferas Ilimitadas sólo contienen Vacío»



Extracto tomado del libro:
100 Koans del budismo Chan
Alexander Holstein
Imágenes tomadas del Internet

sábado, 24 de julio de 2021

MÁS ALLÁ DEL RUIDO DE LAS PALABRAS


El escuchar es un arte que no se obtiene fácilmente, pero en él hay belleza y gran comprensión. Escuchamos 
con distintas intensidades de nuestro ser, pero nuestro escuchar es siempre con una idea preconcebida o desde un punto de vista particular. No escuchamos simplemente; se interpone siempre la pantalla de nuestros propios pensamientos, de nuestras conclusiones, de nuestros prejuicios [...]. Para escuchar tiene que haber quietud interna, una atención relajada; hay que estar libre del esfuerzo de adquirir. Este estado alerta y, no obstante, pasivo, puede escuchar lo que está más allá de la conclusión verbal. Las palabras confunden; son sólo medios exteriores de comunicación; pero para comunicarnos más allá del ruido de las palabras, en el escuchar tiene que haber una pasividad alerta. Los que aman pueden escuchar; pero es extremadamente raro encontrar a alguien que escuche.

Casi todos vamos tras de resultados, queremos alcanzar metas; estamos siempre venciendo y conquistando; en consecuencia, no escuchamos. Sólo cuando uno escucha, oye la canción profunda de las palabras.

3 DE ENERO CSV - Serte I



Extracto del libro:
El libro de la vida: Meditaciones diarias
Jiddu Krishnamurti
Fotografía tomada de internet

jueves, 22 de julio de 2021

DEJAR DE LADO LAS PANTALLAS


¿Cómo escucha usted? Escucha con sus proyecciones, a través de lo que proyecta, a través de sus ambiciones, 
deseos, temores, ansiedades, escuchando únicamente lo que desea escuchar, lo que será satisfactorio, lo que habrá de gratificarlo, lo que le brindará consuelo, lo que aliviará momentáneamente su sufrimiento? Si escucha a través de la pantalla de sus deseos, entonces escucha su propia voz, es obvio; está escuchando sus propios deseos. Existe alguna otra forma de escuchar no sólo lo que está diciendo, sino todo: la gritería de las calles, el parloteo de las aves, el ruido del tranvía, el mar agitado, la voz de nuestro marido, de nuestra esposa, de nuestros amigos, el llanto de un bebé...? Escuchar es importante sólo cuando no estamos proyectando nuestros propios deseos por medio de aquello que escuchamos. Puede uno dejar de lado todas estas pantallas a través de las que escucha, y escuchar realmente?

2 DE ENERO OCK - Vol. VII



Extracto del libro:
El libro de la vida: Meditaciones diarias
Jiddu Krishnamurti
Fotografía tomada de internet

miércoles, 21 de julio de 2021

ESCUCHAR CON FACILIDAD


¿Alguna vez se ha sentado usted muy silenciosamente, no con la atención fijada en algo, no haciendo un esfuerzo para concentrarse, sino con la mente muy quieta, realmente silenciosa? Entonces escucha todo, ¿no es así? Escucha tanto los ruidos lejanos como los que están más próximos, y también los sonidos inmediatos, muy cercanos a usted, lo cual significa que presta atención a todo. La mente no está restringida a un solo canal estrecho y pequeño. Si puede escuchar de este modo, con facilidad, sin esforzarse, hallará que dentro de usted se produce un cambio extraordinario, un cambio que adviene sin que ponga voluntad en ello, sin que lo pida; en ese cambio hay gran belleza y profundidad de discernimiento.

1 DE ENERO PDE



Extracto del libro:
El libro de la vida: Meditaciones diarias
Jiddu Krishnamurti
Fotografía tomada de internet
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