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jueves, 16 de abril de 2020

SITUACIONES DOLOROSAS


Cuando nos damos cuenta de que la meta es el sendero, surge un sentido de que Todo es trabajable. Trungpa Rinpoche dijo: «Hay que considerar como parte del sendero cualquier cosa que ocurra en la mente confusa. Todo es trabajable. Esta es una proclamación intrépida, es el rugido del león.» Podemos considerar todo lo que ocurre en nuestra confusa mente como el sendero. Todo es trabajable. 

Si nos encontramos en lo que parece ser una situación dolorosa o deteriorada y nos preguntamos, «bien, ¿cómo puede esto ser parte del camino?», podemos recordarnos la instrucción que dice que lo que parece indeseable en nuestras vidas no tiene por qué ponernos a dormir. Las circunstancias aparentemente indeseables de nuestras vidas no tienen por qué desatar nuestras reacciones habituales. Podemos dejar que nos muestren dónde estamos y que nos recuerden que las enseñanzas favorecen la precisión, la delicadeza y el amor bondadoso en cada momento. Cuando vivimos así, a menudo —quizá constantemente— nos sentimos en un cruce de caminos, sin saber nunca qué tenemos por delante. 

Esta forma de vivir es insegura. A menudo nos vemos en un dilema: ¿qué debería hacer con el hecho de que alguien está enfadado conmigo? ¿Qué debo hacer con el hecho de que estoy enfadado con alguien? Básicamente, la instrucción señala que no debemos tratar de resolver el problema, sino preguntarnos cómo hacer que esa misma situación nos despierte todavía más en lugar de acunarnos en la ignorancia. Podemos usar una situación difícil para animarnos a dar el salto, para dar el paso que nos ponga en esa situación de ambigüedad. 

Esta enseñanza es aplicable incluso a las situaciones más horrendas que la vida pueda depararnos. Jean-Paul Sartre dijo que había dos maneras de ir a la cámara de gas: libre o sin libertad. Esta es nuestra elección a cada momento. ¿Nos relacionamos con nuestras circunstancias con amargura o con apertura? 

Por eso se puede decir que cualquier cosa que pase puede ser considerada parte del camino y que todas las cosas, no sólo algunas de ellas, son trabajables. Esta enseñanza es una proclamación intrépida de lo que es posible para la gente ordinaria como tú y como yo. 

Vivimos momentos difíciles y se puede sentir claramente la posibilidad de que las cosas empeoren todavía más. Trungpa Rinpoche expuso muchas enseñanzas relacionadas con la elevación y la mejora de la sociedad. Impartió instrucciones intrépida y apasionadamente para producir una era de coraje en la que la gente pueda experimentar su bondad y abrirse a los demás. En la medida en que he entendido estos consejos con el corazón, ahora puedo transmitirte parte de ellos. Mi deseo es que puedan enraizarse y florecer para beneficio de todos los seres sensibles, ahora y en el futuro. 



Extracto del libro:
Cuando Todo Se Derrumba
Pema Chödron
Fotografía de Internet

martes, 31 de diciembre de 2019

LA MISMA CANTIDAD DE ESFUERZO


El único tiempo que existe es el ahora. Nuestra forma de relacionarnos con él crea el futuro. En otras palabras: para ser más alegres en el futuro debemos aspirar y esforzarnos por estar alegres en el presente. Lo que hacemos se acumula; el futuro es el resultado de lo que hacemos ahora mismo.

Si nos metemos en un lío, no hemos de sentirnos culpables. Más bien, podemos reflexionar sobre el hecho de que nuestra forma de relacionarnos con ese lío sembrará las semillas de nuestra forma de relacionarnos con lo que ocurra a continuación. Podemos hacernos desgraciados o podemos hacernos fuertes, la cantidad de esfuerzo es la misma. Ahora mismo estamos creando nuestro estado mental de mañana, por no hablar de esta tarde, de la próxima semana, del próximo año y de todos los años de nuestra vida.

A veces nos encontramos con alguien que parece sentir un gran bienestar y nos preguntamos cómo lo logra esa persona. Nos gustaría sentirnos así. Ese bienestar a menudo es el resultado de haber sido lo suficientemente valiente para estar plenamente vivo y despierto en cada momento de su vida, incluyendo los momentos tristes, los tiempos oscuros, todas las ocasiones en que las nubes cubrían el cielo. Gracias a nuestro buen ánimo podemos estar dispuestos a relacionarnos directamente con lo que está ocurriendo con precisión y delicadeza. Esto es lo que crea el buen ánimo fundamental, la relajación fundamental.

Extracto del libro:
Cuando Todo Se Derrumba
Pema Chödron
Fotografía de Internet

lunes, 28 de octubre de 2019

SENDEROS


EL SENDERO ES LA META

Si existe alguna posibilidad de iluminarse, es ahora mismo, no en algún momento futuro. El momento es ahora. 



¿QUÉ HACE FALTA para emplear la vida que se nos ha dado en hacernos más sabios, en vez de atascarnos más? ¿Cuál es la fuente de sabiduría a nivel personal e individual? 

En la medida en que comprendemos las enseñanzas, la respuesta a estas preguntas parece estar relacionada con llevar hacia el sendero todo aquello con lo que nos encontramos. Cada cosa tiene su base natural, su camino de desarrollo y su florecimiento. Esto equivale a decir que cada cosa tiene un principio, un medio y un final. Pero también se dice que el sendero es tanto el terreno de base como el florecimiento. Por eso a veces leemos: «El sendero es el objetivo.» 

Este sendero tiene una característica distintiva: no está prefabricado, no existe todavía. El sendero por el que caminamos es la evolución momento a momento de nuestra experiencia, la evolución momento a momento del mundo fenoménico, la evolución momento a momento de nuestros pensamientos y emociones. 

El sendero no es la ruta 66 con destino a Los Ángeles. No podemos sacar el mapa y planificar que este año llegaremos a Gallup, Nuevo México, y que quizá para el 2001 lleguemos a Los Ángeles. El sendero no está dibujado. Viene a la existencia momento a momento, y al mismo tiempo desaparece detrás de nosotros. Es como ir sentados en un tren mirando hacia atrás. No podemos ver hacia dónde vamos, sólo vemos dónde hemos estado. 

Esta enseñanza es muy estimulante porque dice que la fuente de la sabiduría es lo que nos pasa hoy. La fuente de la sabiduría es cualquier cosa que nos pase en este mismo instante. 

Siempre estamos en cierto estado de ánimo; podemos estar tristes o enfadados y podemos estar en un estado no muy concreto, en una especie de bruma. También podemos estar alegres y divertidos. En cualquier caso, sea cual sea nuestro estado de ánimo, ése es el camino. 

Cuando algo nos duele en la vida no solemos pensar que ése sea nuestro camino y la fuente de nuestra sabiduría. De hecho, pensamos que estamos en el camino para librarnos de esa sensación dolorosa. («Cuando llegue a Los Ángeles ya no me sentiré así.») Al mismo nivel en que queremos librarnos de nuestros sentimientos y sensaciones, cultivamos inconscientemente una sutil agresión contra nosotros mismos. 

Sin embargo, el hecho es que cualquiera que haya empleado los momentos y días y años de su vida en llegar a ser más sabio, más bondadoso y a sentir más el mundo como su hogar, ha aprendido de lo que ha ocurrido justamente ahora. Podemos aspirar a ser bondadosos justo en este momento, a relajarnos y a abrir nuestro corazón y mente a lo que hay frente a nosotros justo en este momento. El momento es ahora. Si hay alguna posibilidad de iluminarnos, es justamente ahora, no en cualquier momento futuro. El momento es ahora.




Extracto del libro:
Cuando Todo Se Derrumba
Pema Chödron
Fotografía de Internet

miércoles, 9 de octubre de 2019

HAZ DEL DHARMA ALGO PERSONAL


Algunos podemos aceptar a los demás, estén donde estén, con mucha más facilidad de lo que nos aceptamos a nosotros mismos. Sentimos que la compasión está reservada para los demás y nunca se nos ocurre sentirla por nosotros mismos. 

Mi experiencia me enseña que cuando practicamos sin tomárnoslo como un deber, vamos descubriendo gradualmente nuestro despertar y nuestra confianza. Gradualmente, sin programa previo excepto el de ser honestos y bondadosos, asumimos la responsabilidad de estar aquí, en este mundo impredecible, en este momento único, en este precioso cuerpo humano. 

Por fin llegué a ese momento en el que estaba preparada para ralentizar el impulso habitual de mi mente y dejar de ser tan predecible. Empecé por dejar de actuar de la manera habitual. Me resultó difícil porque sentía muchas ganas de resolver el problema; era la sensación que Trungpa Rinpoche llamaba «nostalgia del samsara». Pero mi curiosidad respecto a las enseñanzas era mayor que mi anhelo de hacer lo que siempre había hecho. Estaba entrando en tierra de nadie y me sentía temblorosa. Era una situación real, no una elevada teoría que hubiera leído en algún libro. No sabía qué pasaría a continuación, pero cualquier cosa era preferible a reaccionar como siempre lo había hecho. 

Cada acto cuenta. Cada pensamiento y emoción también cuentan. Éste es el único camino que tenemos. Aquí es donde hemos de aplicar las enseñanzas y donde llegamos a entender por qué meditamos. Sólo vamos a estar aquí un breve espacio de tiempo. Aunque vivamos hasta los 108 años, nuestra vida será demasiado breve para ser testigos de todas sus maravillas. El dharma es cada acto, cada pensamiento, cada palabra que pronunciamos. 

¿Estamos dispuestos a darnos cuenta cada vez que nos descentramos y a hacerlo sin avergonzarnos? ¿Aspiramos al menos a no considerarnos un problema, sino seres humanos muy típicos que en este mismo momento pueden tomarse un descanso y dejar de ser tan predecibles? 

Según mi experiencia, así es como nuestros pensamientos empiezan a ralentizarse. Mágicamente, de repente parece que hay mucho más espacio para respirar, mucho más espacio para bailar y mucha más felicidad. 

El dharma puede curar nuestras heridas, antiguas heridas procedentes no del pecado original, sino de un malentendido tan antiguo que ya ni podemos verlo. La instrucción es relacionarnos compasivamente con nosotros mismos aceptando el lugar donde nos encontramos, y empezar a considerar que nuestra situación es trabajable. Estamos pillados en el hábito de aferrarnos a las cosas y fijarlas, que hace que tengamos la misma reacción una y otra vez; así es como proyectamos nuestro mundo. Cuando vemos este mecanismo, aunque sólo sea un segundo cada tres semanas, podemos pillarle rápidamente el truco a este proceso de solidificar las cosas y podemos detener nuestro mundo claustrofóbico, dejando en el suelo el equipaje que acarreamos desde siglos y entrando en un nuevo territorio. 

Si preguntas cómo hacerlo, la respuesta es simple. Haz del dharma algo personal, explóralo de todo corazón y relájate. 


Extracto del libro:
Cuando Todo Se Derrumba
Pema Chödron
Fotografía de Internet

viernes, 14 de junio de 2019

DIOSES AMISTOSOS Y DEMONIOS DAÑINOS


En las enseñanzas budistas hay muchas instrucciones para darle la vuelta a la realidad. Una oye consejos como «medita sobre lo que te provoque resentimiento» o «reclínate sobre las aristas más afiladas». Mientras Trungpa Rinpoche estaba todavía en Tíbet, su profesor Khenpo Gangshar lo educó en este estilo de vida; se denominaban instrucciones sobre la naturaleza no dual de la realidad. Una vez preguntamos a Rinpoche qué le había pasado a Khenpo Gangshar cuando escaparon de Tíbet; dijo que no estaba seguro pero que había oído que mientras el resto de ellos huía hacia India, Khenpo Gangshar caminaba hacia China. 

Éste es un tipo de instrucción que podemos aplicar a nuestra vida y puede producir cambios revolucionarios en nuestra manera de percibir las cosas. 

Mi primer paso fue decidir que no iba a actuar siguiendo mi impulso habitual. Se trataba de una prueba, de una exploración de las enseñanzas budistas que dicen que creamos nuestra propia realidad, que lo que percibimos es nuestra propia proyección. 

Todo en mí anhelaba repetir el antiguo curso de actuación, pero recordé las enseñanzas que dicen que hasta que dejemos de aferramos a los conceptos del bien y del mal el mundo seguirá manifestándose como dioses amistosos y demonios dañinos. Quería explorar si eso era verdad o no. 

Pude experimentar sin ponerme rígida ni hosca gracias al profundo entrenamiento que tenía en hacerme amiga de mis pensamientos y emociones. En cierto sentido, si no cultivamos una amistad incondicional hacia nosotros mismos, no avanzamos en el sendero. Es una gran ayuda saber que cuando meditamos y cuando escuchamos las enseñanzas lo que estamos haciendo es desplegar bondad. 

En una ocasión estuve dando un curso en Austin, Texas, y al acabar el fin de semana un hombre se acercó y me dijo lo mucho que apreciaba la instrucción de percibir el tono de nuestra propia voz cuando etiquetamos nuestros procesos mentales de «pensamiento» y que, si el tono era hosco, debíamos repetirlo con más delicadeza. 

«Verdaderamente me he tomado esa instrucción a pecho —me dijo—, y ahora, cuando mi mente divaga, sólo me digo "estás pensando, colega".» 

Sin embargo, tras muchos años de práctica, muchos seguimos pronunciándolo con rudeza. Practicamos con culpabilidad, como si fuéramos a ser excomulgados por no hacerlo bien. Practicamos para no sentirnos avergonzados con nosotros mismos, temiendo que alguien descubra lo «malos» meditadores que somos. Hay un viejo chiste que dice que budista es aquel que medita o se siente culpable por no meditar. Estas actitudes no son muy alegres. 

Quizá la enseñanza más importante sea la de aligerarse y relajarse. Para trabajar con nuestras locas y embrolladas mentes es una gran ayuda recordar que lo que hacemos es abrir paso a la suavidad que ya está en nosotros y dejarla extenderse. Dejamos que difumine las agudas aristas de la autocrítica y la queja. 


Extracto del libro:
Cuando Todo Se Derrumba
Pema Chödron
Fotografía de Internet

jueves, 18 de abril de 2019

REVERTIR LA RUEDA DEL SAMSARA


Generalmente sentimos que hay un gran problema que tenemos que arreglar. La instrucción es detenernos. Hacer algo que no nos sea familiar. Hacer cualquier cosa aparte de salir corriendo en la vieja dirección, de practicar los viejos trucos.

DE ALGUNA MANERA SEGUIMOS distanciándonos del dharma. Es como si lo considerásemos una filosofía o un curso de autoayuda, y por mucho que se nos anime a hacer de la meditación y de las enseñanzas algo relevante para nuestra vida emocional, seguimos olvidándonos de aplicarlas cuando nos atascamos. Cuando estamos enfadados con alguien o tenemos el corazón partido, cuando queremos vengarnos o suicidarnos, en momentos así no solemos pensar que la meditación y las enseñanzas sean muy aplicables. No llegan a conectar con la realidad de la situación. 

Mucha gente dice que la meditación no es suficiente, que necesitamos terapia y grupos de apoyo para tratar con nuestras estructuras y hábitos más enraizados. Sienten claramente que el dharma no penetra lo suficientemente hondo en nuestra confusión. 

A menudo sugiero a los estudiantes que acudan a terapia. Para algunas personas lo considero como un  medio hábil que es extremadamente útil: trabajar de cerca con un terapeuta de mente abierta nos permite superar nuestros miedos y desarrollar la compasión por nosotros mismos. Al mismo tiempo, sé que el dharma no sólo es más revolucionario, sino que en muchos casos el dharma mismo nos aporta las herramientas y el apoyo necesario para encontrar nuestra propia belleza, nuestra propia intuición, nuestra propia capacidad de trabajar con el dolor y la neurosis. Parece que uno de los trucos es tener la suficiente fe en el dharma como para llevarlo directamente a nuestras pesadillas, no como una teoría inutilizable que nos separa de nuestros principales problemas ni como algo que nos exige un nivel determinado, sino como un buen alimento, una medicina sin efectos secundarios que es aplicable siempre y en todas partes. 

La clave reside en cambiar nuestros hábitos y, en particular, nuestros hábitos mentales. Recuerdo el día que comprendí sin sombra de duda que somos nosotros mismos los que creamos nuestra situación por nuestra forma de usar la mente, por nuestra forma de estructurar nuestras respuestas a la vida de la misma familiar y predecible manera. Surgió una situación con el dinero: se nos estaba acabando. Empecé a sentirme tensa, como si un gran peso se asentara literalmente sobre mi cabeza. Comencé a sentir pánico, tenía que buscar una vía de salida. Hasta que no encontrase una manera de resolver el problema no podría relajarme, no podría disfrutar de los rayos de sol que atraviesan el agua ni del águila posada en el árbol frente a la ventana de mi habitación. 

Todo aquel escenario era persistentemente familiar. No sé por qué lo pude ver aquella vez con más claridad que en otras ocasiones. Probablemente fue el resultado de observar mi propia experiencia durante tantos años tan honesta y ecuánimemente como podía. Posiblemente también fue el resultado de todo el entrenamiento meditativo realizado para ver en qué momento me descentro y a continuación volver al presente. 

En cualquier caso, ese día no me sentí pillada. Allí mismo, en medio del estado mental más habitual, vi lo que estaba haciendo. No sólo lo vi, sino que también pude detenerlo. Dejé de seguir mi plan habitual para salvar la situación. Decidí no correr de un lado a otro tratando de evitar el desastre. Dejé que los pensamientos de «sólo yo puedo salvarnos de esto» fueran y vinieran. Decidí ver qué ocurría sin mi aportación, aunque eso significara que todo se cayera a pedazos. A veces simplemente hay que dejar que todo se caiga por tierra. 

El primer paso, y el más duro, fue no actuar. No evitar el desastre iba contra el núcleo de mi manera de operar. Me sentí ante una enorme rueda con una inercia colosal para seguir en la dirección habitual, y yo le estaba dando la vuelta. 

De eso va el dharma, de cambiar nuestros hábitos, de invertir el proceso de solidificar tanto las cosas, de invertir la rueda del samsara. El proceso comienza cuando nos damos cuenta de que nos estamos descentrando de la manera habitual. Generalmente sentimos que hay un gran problema y que tenemos que resolverlo. La instrucción es detenerse, hacer algo que no nos sea familiar. Hacer cualquier cosa aparte de salir corriendo en la dirección conocida, de emplear los viejos trucos.



Extracto del libro:
Cuando Todo Se Derrumba
Pema Chödron
Fotografía de Internet

martes, 1 de enero de 2019

AFRONTA: EN LA SILLA CALIENTE


Samaya significa no quedarnos nada, no prepararnos una vía de escape, no buscar alternativas, no pensar que tenemos mucho tiempo y podemos dejar las cosas para después.

Hacer un vínculo samaya formal y entrar en una relación incondicional con un profesor es como ponernos entre las mandíbulas de un cocodrilo. Necesitamos mucho tiempo para decidir que confiamos tanto en ese cocodrilo concreto que nos quedaremos con él pase lo que pase. 

Mi experiencia personal de este proceso fue muy progresiva. Cuando conocí a Trungpa Rinpoche, pensé: «Hay aquí alguien a quien no puedo embaucar.» Por eso me trasladé a Colorado, donde podía pasar más tiempo en su presencia. Me acerqué, pero evidentemente aún no estaba dispuesta a rendirme. 

En este movimiento hubo cierta inteligencia: Rinpoche a menudo me daba miedo y me indignaba. No estaba segura de poder confiar en él y, sobre todo, no estaba segura de que le amara. De hecho, recuerdo todo un retiro durante el cual miraba su fotografía y lloraba porque no podía sentir lo que a mi parecer era la devoción adecuada. 

Al mismo tiempo, continué acercándome más. Era la única persona con la que podía hablar de mis puntos de atasco y de mis puntos de apertura. Era la única persona que podía cortar todas mis fantasías. De vez en cuando me hablaba quizá en medio de una reunión grupal o durante una reunión de negocios— siempre cuando menos lo esperaba. Me preguntaba algo o hacía un comentario que detenía mi mente totalmente. 

Mucho después de haberme convertido en su estudiante y de haber empezado la práctica del vajrayana —mucho después de cuando los estudiantes suelen asumir formalmente el voto samaya con su profesor— finalmente supe sin ninguna duda que podía confiarle mi vida; hiciera lo que hiciera y dijera lo que dijera, él era mi vínculo con el mundo sagrado. Sin él, no tenía ni idea de lo que eso significaba. Y ocurrió que, a medida que seguía sus enseñanzas e iba despertando más, iba tomando conciencia de su ilimitada bondad y experimentaba la amplitud de su mente. En ese momento, el único lugar en el que deseaba estar era entre las mandíbulas del cocodrilo. 

Cuando digo que samaya es un truco, me refiero a que nos lleva a darnos cuenta de que nunca hemos tenido elección en nuestra relación con el mundo fenoménico. En realidad no tenemos elección. La elección que creemos tener se llama ego; la elección que creemos tener es lo que nos impide darnos cuenta de que ya estamos en el mundo sagrado; es como ponernos vendasen los ojos y tapones en la nariz y los oídos. Estamos totalmente condicionados, y en el momento en que sentimos que las cosas se ponen duras, aunque sólo sea en nuestro pensamiento, salimos corriendo. El truco consiste en quedarnos en la silla caliente y comprometernos con esa experiencia. Este es el punto principal, con o sin samaya formal.

¿Con qué estamos verdaderamente comprometidos?

¿Con ir a lo seguro y manipular nuestra vida y todo nuestro mundo para que nos ofrezca seguridad y certeza?

¿O estamos comprometidos con niveles de maitri cada vez más profundos? En cualquier caso, la pregunta sigue siendo: ¿En qué nos refugiamos? ¿Nos refugiamos en pequeñas acciones, palabras y pensamientos de autosatisfacción? ¿O nos refugiamos en la disciplina del guerrero, en dar el salto, en ir más allá de las zonas de seguridad habituales?


Extracto del libro:
Cuando Todo Se Derrumba
Pema Chödron
Fotografía de Internet

sábado, 20 de octubre de 2018

DARLO TODO


El primer alumno de Naropa era un tibetano llamado Marpa el Traductor. En uno de sus viajes a India, Marpa le llevó el oro que tradicionalmente se daba al profesor. Ahora bien, Marpa no era exactamente un cobarde ni era para nada tacaño; era un tipo muy intrépido y valeroso. Por ejemplo, sus amigos y familiares trataron de encontrar a alguien para que le acompañara en su viaje a India, pero él se negó a tener compañía aunque su salud no era demasiado buena y tenía más de cincuenta años. 

La historia cuenta que finalmente Marpa regaló el oro a su profesor Naropa, pero se quedó con un poco, tal como todos solemos hacer. Y este hecho tenía una explicación razonable: tenía que volver a casa y necesitaba un poco de oro, sólo un poco. Pero Naropa dijo: «¿Piensas que puedes comprarme con tus engaños?» Entonces Marpa se lo dio todo. Naropa arrojó el oro al aire y dijo: «El mundo entero es oro para mí.» En ese momento Marpa tomó conciencia de la naturaleza de la realidad más vívidamente que nunca. 

No experimentamos el mundo plenamente a menos que estemos dispuestos a darlo todo. Samaya significa no quedarnos nada, no prepararnos una vía de escape, no buscar alternativas, no pensar que tenemos mucho tiempo y podemos dejar las cosas para después. 

En cierto sentido, la relación samaya —sea con el mundo fenoménico como profesor absoluto o bien con una persona individual— trata de suavizarnos. Nos suaviza para que no podamos engañarnos, para que no podamos ser sordos, mudos y ciegos, para que siempre nos llegue el mensaje. La relación samaya con un profesor vajrayana está pensada para ayudarnos: está pensada para introducirnos al hecho de que si podemos mantener aunque sólo sea una relación incondicional con una persona, podemos tener una relación incondicional con el mundo. Hasta ese momento, pensamos que podemos escaparnos, que podemos zafarnos de las situaciones. Pero en esa relación concreta nos comprometemos a seguir adelante pase lo que pase. 

El principal discípulo de Marpa fue Milarepa, e inicialmente su relación fue más bien dura. Milarepa no tenía ninguna duda de que Marpa era su profesor y de que podía llevarle a la iluminación. Por tanto, le dijo: «Me entrego a ti totalmente en cuerpo, discurso y mente. Por favor ayúdame a realizar mi verdadera naturaleza.» Entonces comenzaron los desafíos. Milarepa había acumulado mucho karma. En concreto, había matado a mucha gente y había causado mucho dolor. Para poder soltar esa carga, tuvo que soportar muchas pruebas. Marpa le hacía construir torres de piedra, y cuando estaban casi terminadas le mandaba deshacerlas. Milarepa sufrió mucho en sus primeros años con Marpa. No recibía ninguna enseñanza, era insultado continuamente y tenía que construir torres hasta que sus manos y su espalda eran una gran llaga. Sin embargo, Milarepa nunca dudó de los motivos de Marpa y, en realidad, aunque casi nunca lo mostraba, Marpa amaba a Milarepa con todo su corazón y sólo deseaba que pudiera despertar plenamente. Cada vez que Milarepa se rendía a la situación, cada vez que abandonaba su resentimiento, depresión y orgullo, soltaba su antiguo equipaje. En un momento dado estaba tan desnudo que no le quedaba nada que perder. Entonces Marpa le dio las enseñanzas y su relación entró en una nueva fase de ternura y calidez.

domingo, 2 de septiembre de 2018

SIN VÍA DE SALIDA


En los años sesenta, cuando vivía en Nuevo México, solía practicar la sauna ritual. Insistía entonces en sentarme junto a la puerta, porque si estaba en cualquier otro lugar que no fuera la puerta no podía salir. Aquello se ponía cada vez más y más y más caliente y yo me sentía a punto de morir. Pero si estaba sentada junto a la puerta y sabía que podía salir, entonces era capaz de soportarlo. Por supuesto, si estaba sentada junto a la puerta tenía que soportarlo, pero estaba tan agobiada la mayor parte del tiempo que apenas disfrutaba. Bien, en samaya no nos sentamos junto a la puerta. Es el truco definitivo, la única manera de experimentar definitivamente nuestra experiencia; es nuestra única entrada a la sacralidad autoexistente del mundo. 

Antes de estar preparados para semejante compromiso, hacemos todo un camino. Empezamos desde nuestra confusión y nuestro salvajismo y dejamos que la meditación y las enseñanzas nos vayan domesticando. Nos tomamos a pecho las instrucciones y tratamos de practicarlas a diario; este sincero esfuerzo empieza a calmarnos. No es que de repente seamos perfectos y nos sentemos muy lejos de la puerta. Más bien, lo que ocurre es que tras años de suave entrenamiento y de cuestionamiento honesto e inteligente, empezamos a confiar en la sabiduría básica de nuestra mente. Descubrimos que tenemos una sabiduría esencial, un buen corazón esencial que es más fuerte y fundamental que nuestra maldad y agresión. Vamos descubriendo esa sabiduría con la práctica; es como descubrir que el cielo y el sol están siempre allí y son las nubes y las tormentas las que vienen y van. De algún modo, la sensación de que estamos preparados para no contar con una vía de salida se presenta por sí misma.

lunes, 13 de agosto de 2018

COMPROMISO TOTAL


En el caso de samaya, cuando hablamos de compromiso se trata de un compromiso total: un compromiso total con la cordura, un compromiso total con nuestra experiencia, una relación incondicional con la realidad. La gente siempre dice que eso es lo que desean: quieren que alguien los ame incondicionalmente y quieren amar a alguien incondicionalmente, Pensamos que estaríamos encantados de tener una relación incondicional, pero eso sólo es así en la medida en que se hace en nuestros términos. Cualquiera que haya estado casado o en una relación a largo plazo sabe que se presentan muchos desafíos. El desafío es rendirnos, renunciar a nuestra forma de hacer las cosas y no ceder cuando nos sentimos amenazados.

martes, 31 de julio de 2018

EL PROFESOR LLAMADO EXPERIENCIA


La Sadbana de Mahamudra de Trungpa Rinpoche describe el samaya de cuerpo, discurso y mente de una manera muy hermosa: «Cualquier cosa que veamos con los ojos es vívidamente irreal en el vacío, y sin embargo tiene una forma.» Y continúa diciendo que la forma no es otra cosa que el aspecto de nuestro profesor. «Cualquier cosa que oigamos con los oídos es el eco del vacío, y sin embargo es real.» Y estos sonidos ordinarios y cotidianos son la expresión de nuestro profesor. Todos nuestros pensamientos y recuerdos, «buenos y malos, alegres y tristes», todos ellos «desaparecen en el vacío como la huella de un pájaro en el cielo». Todos estos pensamientos que surgen constantemente son la mente de nuestro profesor. Aquí es donde la sadhana empieza a introducirnos al hecho de que el profesor no está separado de nuestra experiencia. Nos damos cuenta de que no existe alternativa a la experiencia que estamos teniendo; nuestra experiencia es la única que hay: ella es el profesor definitivo. 

Según una famosa cita, el estudiante de budismo vajrayana siempre debe estar en estado de pánico. Nos resulta tan poco familiar adquirir un compromiso tan total con el despertar que nos ponemos nerviosos. En una ocasión en que estaba dedicando muchas horas a realizar una práctica, me sentía tan agitada que apenas podía mantenerme sentada. Más tarde le dije a Rinpoche que me sentía irritada con todo, hasta con las motas de polvo. Me respondió que eso ocurría porque la práctica me exigía estar cuerda y aún no estaba acostumbrada a ello.

viernes, 20 de julio de 2018

RUIDO MENTAL


Si estamos presentes en nuestra experiencia, se va volviendo más vivida y transparente, y ya no podemos evitar recibir el mensaje. Y éste es un mensaje que nunca se interpreta. Las cosas hablan por sí mismas. No es que un cojín rojo signifique pasión o que un ratón saliendo y ocultándose signifique mente discursiva; sólo son un cojín rojo y un ratón saliendo de detrás de la silla. 

Lo mismo pasa con el sonido, con el sonido ordinario; con cada sonido que oímos, desde el despertador que nos despierta por la mañana hasta los ronquidos nocturnos de nuestro compañero. Todos conocemos muy bien los sonidos que llaman nuestra atención y nos sorprenden, pero ¿cómo suena el bolígrafo escribiendo sobre el cuaderno? ¿Y qué sonido produce pasar las páginas de este libro? ¿Qué sonido tiene tu propia voz? Es muy interesante oír la propia voz; suena como la voz de otra persona. Oír lo que decimos y ver cómo sale hacia el entorno y comunica también puede sacarnos del mortecino samsara. Aunque estemos solos, nuestros bostezos y ventosidades continúan comunicando. Por eso cada pequeño ruido, chirrido o risita, cada pequeño sonido al masticar o beber puede despertarnos. La idea detrás del samaya es la de no evitar nuestra experiencia personal. 

Cuando no pensamos que hay un sonido mejor, más inspirador, menos irritante o menos molesto, el sonido se torna vivido y transparente. 

Y lo mismo es válido para la mente. A medida que vamos practicando, vemos que los pensamientos no desaparecen sino que se hacen más precisos y menos sustanciales. En la mente rompemos el samaya cuando dividimos las cosas en «correctas» y «equivocadas». Pensamos que podemos elegir, que tenemos alternativas y podemos resolver las cosas. Se puede decir que, a nivel mental, romper el samaya es sentir que debemos tener soluciones para los problemas, incluso sentir que hay problemas y soluciones. Esto puede darte una idea de lo difícil que es mantener el samaya mental. 

domingo, 20 de mayo de 2018

LIGADOS A LA REALIDAD


En el budismo vajrayana existen descripciones de muchos samayas diferentes, pero todos ellos tienen que ver con darnos cuenta de que ya estamos ligados a la realidad; todos ellos son trucos para llevarnos a la situación sin elección. Aunque cada centímetro de nuestro cuerpo quiera salir corriendo en la dirección opuesta, nos quedamos aquí: no hay ninguna otra forma de entrar en el mundo sagrado. Tenemos que dejar de pensar que podemos irnos e instalarnos en otro lugar. La alternativa es simplemente relajarnos, relajarnos en el agotamiento, en la indigestión, en el insomnio, en la irritación, en el deleite, en lo que sea. 

Los samayas más importantes son los de cuerpo, discurso y mente. El primero de ellos es estar ligado al cuerpo, a las formas, a lo que vemos con los ojos; quedarnos con lo que vemos y no renunciar nunca a ello. 

Se dice que los samayas de cuerpo, discurso y mente son tan continuos como el fluir de un río. Esta no es nuestra experiencia habitual, porque cuando nuestra percepción se torna vivida nos ponemos nerviosos. El mundo siempre está mostrándose, siempre está saludándonos y guiñándonos el ojo, pero estamos tan ocupados con nosotros mismos que nos lo perdemos. La experiencia de quedarnos con lo que vemos y no renunciar a ello es tal que todo lo que vemos, todo el mundo, se torna extremadamente vivido y más sólido, y al mismo tiempo menos sustancial y más transparente.

viernes, 11 de mayo de 2018

JURAMENTO SAGRADO


Samaya significa no quedarse con nada, no prepararnos una ruta de escape, no
buscar alternativas, no pensar que tenemos mucho tiempo y podemos hacer las cosas más adelante.

En el vajrayana existe el llamado vínculo samaya, por el cual toda experiencia del estudiante está ligada al sendero. En un momento dado, tras mucho cuestionamiento inteligente, el estudiante finalmente puede sentirse preparado para entrar en una relación samaya con su profesor. Si el estudiante acepta y confía completamente en su profesor y el profesor acepta al estudiante, pueden entrar en la relación incondicional llamada samaya. El profesor nunca renunciará al estudiante, por muy confuso que pueda estar, y el estudiante tampoco dejará al profesor, pase lo que pase.

Profesor y estudiante están vinculados. Hacen el pacto de alcanzar la iluminación juntos. Otra definición de samaya es «juramento sagrado» o «compromiso sagrado».

Pero no tiene que ver con la santidad; es un compromiso con la cordura, con la cordura indestructible. Samaya es como casarse con la realidad, un matrimonio con el mundo fenoménico. Pero en realidad es un truco, porque contraer ese matrimonio es un poco como tener amnesia.

Pensamos que hemos decidido casarnos haciendo uso de nuestro libre albedrío y sin embargo, sin saberlo, ya estábamos casados.

Samaya es un truco porque pensamos que tenemos la elección de comprometernos o no con la cordura, pero, de hecho, nunca hemos tenido elección. Es un truco compasivo que nos ayuda a tomar conciencia de que verdaderamente no hay salida. Realmente no hay otro momento mejor que el momento presente; no hay un estado de conciencia más alto que éste. Es el tipo de truco que los profesores vajrayana inventan en su tiempo libre para su propio disfrute completo y total: «¿Qué truco podemos emplear con estos seres confusos, atónitos e indómitos para que lleguen a darse cuenta de que ya están despiertos y no tienen elección?»

domingo, 8 de abril de 2018

EL TRUCO DE NO TENER ELECCIÓN


No experimentamos el mundo plenamente a menos que estemos dispuestos a darlo todo. Samaya significa no quedarse con nada, no prepararnos una ruta de escape, no buscar alternativas, no pensar que tenemos mucho tiempo y podemos hacer las cosas más adelante. 

Las enseñanzas del budismo están dirigidas a las personas que no tienen mucho tiempo que perder. Esto nos incluye a todos, seamos conscientes de ello o no. Desde el punto de vista de las enseñanzas, pensar que tenemos mucho tiempo para hacer las cosas es el mayor de los mitos, el mayor de los problemas y el mayor de los venenos. Esto, junto con nuestra continua y arraigada tendencia a tratar de escapar de lo que hacemos, oscurece nuestra percepción y nuestro pensamiento. 

Si supiéramos que esta noche íbamos a quedarnos ciegos, echaríamos una última mirada real y anhelante a cada hoja de hierba, a cada formación nubosa, a cada mota de polvo, a cada arco iris y gota de lluvia, a todas las cosas. Si supiéramos que mañana nos íbamos a quedar sordos, atesoraríamos cada sonido que oyéramos. Las enseñanzas del vajrayana tratan de atemorizarnos haciéndonos tomar conciencia del poco tiempo que tenemos y de lo precioso que es el nacimiento humano.

jueves, 15 de marzo de 2018

TRABAJANDO EL CAOS


Hemos estudiado tres maneras muy prácticas de trabajar con el caos: no lucha, veneno como medicina y considerarlo todo como una manifestación de la sabiduría. En primer lugar hemos de aprender a abandonar las líneas arguméntales. Ralentízate lo suficiente como para estar simplemente presente, olvida toda esa multitud de juicios y esquemas y deja de luchar.

En segundo lugar, podemos utilizar cada día de nuestra vida para tomar una actitud diferente hacia el sufrimiento. En vez de apartarlo de nosotros, podemos inspirarlo con el deseo de que todo el mundo se libere de él, con el deseo de que la gente de todas partes experimente la alegría en sus corazones. Podemos transformar el dolor en alegría.

En tercer lugar, podemos reconocer la existencia del sufrimiento, la existencia de la oscuridad. El caos de aquí dentro y el caos de ahí fuera son básicamente energía, son el juego de la sabiduría. Depende de nuestra percepción considerar nuestra situación como un cielo o como un infierno.

Por último, ¿no podríamos relajarnos un poco y aligerarnos? Cuando nos despertamos por la mañana, podemos dedicar el día a aprender estas actitudes. Podemos cultivar nuestro sentido del humor y darnos un descanso. Cada vez que nos sentemos a meditar podemos pensar que es una ocasión de aligerarnos, de cultivar el sentido del humor, de relajarnos. Como dijo un estudiante: «Rebaja tus criterios y relájate en lo que es.»

martes, 13 de febrero de 2018

TRES MÉTODOS PARA TRABAJAR EL CAOS: Método 3


Tradicionalmente existen tres métodos para relacionarnos directamente con las circunstancias difíciles haciendo de ellas un camino de despertar y alegría. AI primer método lo llamaremos no más lucha; al segundo, usar el veneno como medicina; y al tercero, contemplar cualquier cosa que surja como sabiduría iluminada. Estas son las tres técnicas para trabajar con el caos, las dificultades y los sucesos no deseados de nuestra vida cotidiana.

CONTEMPLAR CUALQUIER COSA QUE SURJA COMO SABIDURÍA ILUMINADA

El tercer método para trabajar con el caos es considerar lo que surja como una manifestación de la energía iluminada. Podemos considerarnos como seres ya despiertos; podemos mirar nuestro mundo como un lugar sagrado. La imagen tradicionalmente empleada para considerar sagrada cualquier cosa que surja es la de un cementerio. En Tíbet los cementerios no son tan bonitos como en Occidente. Los cuerpos no están enterrados y cubiertos de hierba muy cuidada, no hay lápidas inscritas ni pequeños ángeles dibujados. En Tíbet el suelo está helado, por lo que los cuerpos se cortan en pedazos y se llevan a los cementerios para que se los coman los buitres. Estoy segura de que no huelen demasiado bien ni son una vista muy decorosa. Habrá globos oculares, pelos, huesos y demás restos de cuerpos por todas partes. En un libro sobre Tíbet, vi una fotografía en la que la gente llevaba un cuerpo a un cementerio. Había un círculo de buitres del tamaño de un niño de dos años esperándolo. 

Quizá el lugar más parecido a un cementerio tibetano en nuestro mundo no sea un cementerio occidental sino el departamento de urgencias de un hospital. Esta imagen podría ser para nosotros una base operativa desde la que trabajar, honestamente asentada en nuestro funcionamiento humano real. En urgencias siempre hay olores, sangre, la situación es totalmente impredecible, pero al mismo tiempo el lugar irradia sabiduría, alimento, algo que nos nutre, algo que es benéfico y puro. 

Observar cualquier cosa que surja como energía del despertar invierte nuestro patrón fundamental habitual de tratar de evitar el conflicto, de tratar de ser mejores de lo que somos, de tratar de allanar el camino y embellecer las cosas, de tratar de probar que el dolor es un error y que no existiría en nuestra vidas si lo hiciéramos todo correctamente. Esta visión da un giro total a este patrón particular y nos anima a ver el cementerio de nuestras vidas como la base operativa desde la que alcanzar la iluminación. 

En nuestra vida diaria a menudo sentimos pánico, palpitaciones o un nudo en el estómago porque estamos discutiendo con alguien o porque teníamos un plan estupendo que no está funcionando. ¿Cómo nos metemos en tales dramas? ¿Cómo lidiamos con los demonios de nuestras esperanzas y miedos? ¿Cómo dejamos de luchar contra nosotros mismos? Machig Labdrön nos aconseja ir a lugares que nos den miedo. Pero, ¿cómo hacerlo? 

domingo, 11 de febrero de 2018

TRES MÉTODOS PARA TRABAJAR EL CAOS: Método 2


Tradicionalmente existen tres métodos para relacionarnos directamente con las circunstancias difíciles haciendo de ellas un camino de despertar y alegría. AI primer método lo llamaremos no más lucha; al segundo, usar el veneno como medicina; y al tercero, contemplar cualquier cosa que surja como sabiduría iluminada. Estas son las tres técnicas para trabajar con el caos, las dificultades y los sucesos no deseados de nuestra vida cotidiana.

USAR EL VENENO COMO MEDICINA

El segundo método para trabajar con el caos es emplear el veneno como medicina. Podemos usar las situaciones difíciles —el veneno— como combustible para despertar. En general, la introducción a esta idea se realiza a través del tonglen, 

Cuando surge algo incómodo —cualquier tipo de conflicto, cualquier idea de desvalorización, cualquier cosa que nos desagrade, avergüence o resulte dolorosa— en lugar de tratar de librarnos de ello, lo inspiramos. Los tres venenos son la pasión (que incluye el apetito desordenado o adicción), la agresión y la ignorancia (que incluye la negación o tendencia a cerrarnos). Solemos pensar que estos venenos son malos y debemos evitarlos, pero en este caso nuestra actitud debe ser diferente porque se convierten en semillas de compasión y apertura. Cuando surge el sufrimiento, la instrucción tonglen es abandonar la linea argumental e inspirar no sólo la ira, el resentimiento o la soledad que podamos sentir, sino el dolor de todos los demás que en este momento están sintiendo la misma rabia, amargura o aislamiento. 

Inspiramos el sufrimiento de todos los que lo estén sufriendo. Este veneno no es sólo nuestra desgracia personal, nuestra falta, nuestra mancha, nuestra vergüenza; también es parte de la condición humana. Es nuestro parentesco con todas las cosas vivas, el material que necesitamos para entender la sensación que produce ponerse en el lugar de otra persona. En lugar de huir o evitar el veneno, lo inspiramos y conectamos plenamente con él. Hacemos esto con la intención de que todos nos podamos ver libres del sufrimiento. Después espiramos, enviando una sensación de vasto espacio, una sensación de ventilación o frescura. Lo hacemos con la intención de que todos podamos relajarnos y experimentar la esencia interna de nuestra mente. 

Desde la infancia se nos dice que hay algo equivocado en nosotros, en el mundo y en todo lo que pasa: no es perfecto, tiene los cantos sin pulir, sabe amargo, suena demasiado alto, es demasiado suave, demasiado afilado, demasiado insípido. Tratamos de mejorar las cosas porque siempre nos estamos enfrentando con algo malo, algo erróneo, algo problemático. El punto principal de estos métodos es disolver la lucha dualista, nuestra tendencia habitual a luchar contra lo que nos está ocurriendo. La instrucción de estos métodos es avanzar hacia las dificultades en lugar de retirarnos. No solemos recibir frecuentemente este tipo de consejos. 

Todo lo que ocurre no sólo es útil y trabajable, sino que es el camino mismo. Podemos usar todo lo que nos ocurre como un medio para despertar. Podemos utilizar todo lo que ocurre —ya se trate de nuestras emociones y pensamientos conflictivos o de nuestra situación externa— para ver dónde estamos dormidos y cómo podemos despertar completamente, totalmente, sin reservas.

jueves, 8 de febrero de 2018

TRES MÉTODOS PARA TRABAJAR EL CAOS: Método 1


El punto principal de este método es disolver la lucha dualista, nuestra tendencia habitual a luchar contra lo que nos ocurre. Estos métodos nos instruyen a avanzar hacia las dificultades en lugar de retirarnos. No solemos recibir este tipo de ánimos muy a menudo.

PRACTICAMOS PARA LIBERARNOS de una carga, la carga de la estrechez de nuestra perspectiva causada por el anhelo, la agresión, la ignorancia y el miedo. Nos sentimos cargados por las personas con las que vivimos, por las situaciones cotidianas y sobre todo por nuestras propias personalidades.

Gracias a la práctica tomamos conciencia de que no tenemos por qué oscurecer la alegría y la apertura presentes en cada momento de nuestra existencia. Podemos despertar a la bondad básica, que es nuestro derecho de nacimiento. Cuando lo conseguimos, ya no nos sentimos cargados por la depresión, la preocupación o el resentimiento. La vida nos parece espaciosa, como el cielo y el mar. Hay sitio para relajarse, respirar y nadar, para nadar tan lejos que perdamos todo punto de referencia en la orilla.

¿Cómo trabajamos con la sensación de sentirnos cargados? ¿Cómo aprendemos a relacionarnos con lo que parece interponerse entre nosotros y la felicidad que merecemos? ¿Cómo aprendemos a relajarnos y a conectar con la alegría fundamental?

A nivel global vivimos tiempos difíciles; el despertar ya no es un lujo ni un ideal, sino algo críticamente necesario. No debemos añadir más depresión, más desánimo ni más ira a los ya existentes. Se está volviendo esencial aprender a relacionarnos saludablemente con los tiempos difíciles. La tierra parece suplicarnos que conectemos con la alegría y descubramos nuestra esencia más íntima. Es la mejor manera posible de beneficiar a los demás.

Tradicionalmente existen tres métodos para relacionarnos directamente con las circunstancias difíciles haciendo de ellas un camino de despertar y alegría. AI primer método lo llamaremos no más lucha; al segundo, usar el veneno como medicina; y al tercero, contemplar cualquier cosa que surja como sabiduría iluminada. Estas son las tres técnicas para trabajar con el caos, las dificultades y los sucesos no deseados de nuestra vida cotidiana.

El primer método, no más lucha, se resume en las instrucciones de samatha-vipashyana. Cuando nos sentamos a meditar, miramos directamente cualquier cosa que surja en nuestra mente, la denominamos «pensamiento» y volvemos a la inmediatez y simplicidad de la respiración. Una y otra vez volvemos a la conciencia prístina y libre de conceptos. La práctica meditativa es nuestra forma de dejar de luchar contra nosotros mismos, de dejar de luchar contra las circunstancias, emociones y estados de ánimo. Esta instrucción básica es una herramienta que podemos emplear para entrenarnos tanto en la práctica meditativa como en nuestra vida. Surja lo que surja, lo miramos con una actitud libre de juicio.

lunes, 1 de enero de 2018

VALENTÍA DE GRANDES PROFESORES


Cuando era niña, tenía un libro lleno de dibujos llamado Vidas de Santos. Estaba lleno de historias de hombres y mujeres que nunca habían tenido un pensamiento agresivo y nunca habían hecho daño ni a una mosca. El libro me pareció totalmente inútil como guía para enseñarnos a los seres humanos cómo vivir una buena vida. Para mí, La vida de Milarepa es mucho más instructiva. Con los años, a medida que leía y volvía a leer la historia de Milarepa, descubría consejos para mi propia vida cuando me quedaba atascada y parecía no poder avanzar. Para empezar, Milarepa era un asesino, y como la mayoría de nosotros cuando metemos la pata, quería reparar sus errores. Y, también como la mayoría de nosotros, a menudo se rompía la cara mientras buscaba la liberación. Mintió y robó para conseguir lo que deseaba, se deprimía tanto que tenía arranques suicidas y sentía nostalgia de los viejos tiempos. Como nos ocurre a la mayoría, en su vida había una persona que le ponía a prueba constantemente y hacía estallar su apariencia de santo. Incluso cuando casi todos lo consideraban uno de los hombres más santos de Tíbet, su vengativa tía continuaba pegándole con palos e insultándole, y él tenía que seguir pensando qué hacer en esas situaciones tan humillantes. 

Podemos sentirnos agradecidos de que un largo linaje de profesores se haya dedicado a mantenerse en su lugar en medio de grandes aprietos. Sufrieron pruebas, fracasaron y continuaron explorando cómo permanecer en su sitio, sin buscar suelo sólido bajo los pies. Practicaron sin descanso a lo largo de toda su vida para no renunciar a sí mismos y no salir huyendo cuando se quedaban sin conceptos y sin sus nobles ideales. Desde su propia experiencia nos transmiten sus ánimos para que no pasemos por encima del gran aprieto, sino que lo observemos directamente, tal como es, no sólo con el rabillo del ojo. Nos enseñan a experimentar el gran aprieto plenamente, no como algo bueno o malo, sino como algo incondicionado y ordinario.
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