Los hombres valiosos llegan a la fama por sus obras. Los necios se hacen famosos por la propaganda.
Nuestra sociedad de consumo también “fabrica” ídolos famosos, porque necesita venderlos.
Si el sabio te censura, piénsalo. Si el estúpido te alaba, ¡laméntalo!
El que se sabe merecedor de la aprobación y del aplauso, no hace nada para conseguirlos.
El árbol que sobresale muy pronto con sus ramas, suele ser el que primero cae por falta de raíces.
El hombre seguro de sí mismo goza cuando es apreciado y se duele ante el menosprecio, pero no malgasta su tiempo para cambiar la opinión ajena.
La propaganda es muchas veces como el agua: deja en el fondo el oro y saca a flote el leño seco.