viernes, 2 de marzo de 2018

EL BUDA Y MARA


Cuando hablamos sobre qué es el Buda, también hemos de hablar sobre qué no es. Lo opuesto al Buda es Mara. Si el Buda es Iluminación, en tal caso ha de haber algo que no sea Iluminación. Mara es la ausencia de Iluminación. Si el Buda es comprensión, Mara es la falta de comprensión, y si el Buda es bondad incondicional, Mara es odio o ira, etc. Si no comprendemos a Mara, no comprenderemos al Buda.

Del mismo modo que una rosa está formada por elementos no-rosa, el Buda está formado por elementos no-Buda y uno de ellos es Mara. Si la basura no existiera, la rosa tampoco existiría. Este descubrimiento es importante y transformó por completo mi forma de comprender al Buda.

Cuando observas una cosa quizá pienses que es inmaculada y muy hermosa y que la basura, en cambio, que no es bella ni huele demasiado bien, es lo opuesto a ella. Pero si observas con atención la rosa, verás que la basura ya estaba presente en ella antes y después de que la rosa existiera, y también en este mismo momento. ¿Cómo es eso posible?

Los jardineros no tiran la basura. Saben que si la cuidan, al cabo de algunos meses se convertirá en abono orgánico y servirá para cultivar lechugas, tomates y flores. Son capaces de ver las flores o los pepinos que hay en la basura. Pero también saben que todas las flores acaban convirtiéndose en basura. Éste es el significado de la impermanencia: todas las flores acabarán convirtiéndose en basura. Aunque la basura apeste y sea desagradable, si sabes ocuparte de ella, la transformarás en flores. En esto consiste lo que el Buda describió como ver las cosas de una forma no dualista. Si observas las cosas de ese modo, comprenderás que la basura puede convertirse en una flor y que una flor puede convertirse en basura.

Cada vez que practicas el ser consciente -cuando vives conscientemente- estás residiendo en el Buda. Y cuando vives en el olvido, estás residiendo en Mara. Pero no creas que el Buda y Mara son enemigos que se pasan todo el día luchando entre ellos. No. Son amigos. La siguiente historia que escribí te lo demuestra:

Un día el Buda se encontraba en una cueva en la que hacía un agradable frescor. Ananda, su ayudante, meditaba andando cerca de ella intentando impedir la entrada a los numerosos visitantes que acudían a visitar al Buda, para que éste no tuviera que pasarse todo el día recibiéndolos. Aquel día mientras Ananda estaba meditando, vio que alguien se aproximaba, y a medida que el visitante se iba acercando descubrió que era Mara.

Mara había intentado tentar al Buda la noche antes de que éste alcanzara la Iluminación. Le había dicho que si abandonaba la práctica de ser consciente se convertiría en un hombre poderosísimo: en un político, un rey, un presidente, un ministro o un exitoso hombre de negocios con mucho dinero y rodeado de bellas mujeres Mara hizo todo cuanto pudo para convencer al Buda, pero fracasó.

Ananda se sintió muy incómodo al ver a Mara, pero como éste ya le había visto, no podía esconderse. Se saludaron.

Mara le dijo: -Desearía ver al Buda.

Cuando el jefe de una empresa no quiere ver a alguien, pide a la secretaria que diga: “Lo siento, en este momento está en un congreso”. Aunque Ananda deseaba decir algo parecido, sabía que si lo hacía mentiría, y quería observar el cuarto precepto de no mentir. Así que decidió decirle a Mara lo que pensaba acerca de su visita.

-Mara, ¿por qué tendría el Buda que verte? ¿De qué serviría? ¿No te acuerdas de que te venció cuando estaba al pie del árbol de la Bodhi? ¿Cómo te atreves a volver a verle? ¿No te da vergüenza? ¿Por qué tendría que verte si eres su enemigo?

Las palabras del venerable Ananda no desanimaron a Mara. Mientras escuchaba al joven se limitó a sonreír. Cuando Ananda terminó de hablar, Mara se echó a reír y le preguntó:

-¿Acaso te ha dicho realmente tu maestro que tiene enemigos?

Esta observación incomodó mucho a Ananda. Por lo visto no era correcto decir que el Buda tuviera enemigos, ¡pero él lo había dicho de todos modos! El Buda nunca había afirmado tener enemigos. Si no prestamos una gran atención ni somos conscientes, podemos decir cosas que son contrarias a lo que conocemos y practicamos. Ananda se sintió confundido. Se dirigió a la cueva y anunció la llegada de Mara esperando que su maestro le dijera: “¡Dile que no estoy!” o “¡Dile que estoy en un congreso!”.

Pero para sorpresa de Ananda, el Buda sonrió y dijo:

-¡Mara ha venido! ¡Estupendo! ¡Hazle pasar! Ananda se quedó perplejo ante esta respuesta, pero siguiendo la indicación del Buda, invitó a Mara a pasar. ¿Y sabes qué hizo el Buda? ¡Abrazó a Mara! Ananda no podía entenderlo. Y luego le invitó a sentarse en el mejor lugar de la cueva y, girándose hacia su querido discípulo, dijo:

-Ananda, ¿podrías prepararnos un té de hierbas, por favor?

Como ya habrás adivinado, Ananda no se sintió demasiado feliz. Una cosa era preparar té para el Buda -estaba dispuesto a hacerlo mil veces al día si fuera necesario-, pero otra muy distinta era prepararlo para Mara. Ananda no deseaba hacerlo, pero como el Buda se lo había pedido, no pudo negarse.

El Buda miró afectuosamente a Mara:

-Querido amigo -le dijo-, ¿cómo estás? ¿Va todo bien?

Mara le contestó:

-No, las cosas no me van tan bien como desearía, de hecho me van muy mal. Estoy cansado de ser Mara, me gustaría ser otra persona, alguien como tú. Dondequiera que tú vayas, eres bien recibido y la gente se inclina ante ti. Tienes como seguidores a muchos monjes y monjas de encantadores rostros, y te hacen ofrendas de plátanos, naranjas y kiwis.

“En cambio, yo -prosiguió Mara- dondequiera que vaya he de comportarme como Mara, hablar de manera convincente e ir acompañado de un ejército de pequeños y malvados Maras. Cada vez que al respirar exhalo, ¡he de arrojar humo por la nariz! Pero todo esto en realidad no me importa, lo que sí me molesta de verdad es que mis discípulos, los pequeños Maras, estén empezando a hablar sobre la transformación y la curación. Cuando se ponen a conversar sobre la liberación y la Budeidad, no puedo soportarlo. Por eso he venido, para pedirte que intercambiemos los papeles. Tú podrías ser Mara y yo sería el Buda.

Al oír esta conversación el venerable Ananda se asustó tanto que creyó que su corazón iba a dejar de latir. ¿Y si el Buda decidía intercambiar los papeles? ¡Entonces él sería el ayudante de Mara! Ananda deseó de todo corazón que el Buda se negara.

El Buda contempló serenamente a Mara y sonrió. -¿Crees que es fácil ser un Buda? -le preguntó-. La gente siempre me está malinterpretando y atribuyéndome algo que yo no he dicho. Construyen templos con imágenes mías hechas de cobre, yeso, oro e incluso de esmeraldas. Muchas personas me regalan plátanos, naranjas, dulces y otras ofrendas. A veces me llevan tambaleando a cuestas en una procesión y he de sentarme sobre montones de flores. A mí no me gusta ser esa clase de Buda. Se han hecho muchas cosas perniciosas en mi nombre. Como puedes ver, ser un Buda es muy difícil. Ser un maestro y ayudar a la gente a practicar no es una labor fácil. En realidad no creo que te gustase demasiado ser un Buda. Es mejor que los dos sigamos con lo que estamos haciendo e intentar llevarlo a cabo lo mejor que podamos.

Si hubieras estado allí con Ananda prestando una gran atención, habrías tenido la sensación de que el Buda y Mara eran amigos. Se encontraron del mismo modo que se encuentran el día y la noche, la flor y la basura, que son inseparables. Es una enseñanza muy profunda del Buda.

Ahora ya te has hecho una idea de la clase de relación que existía entre el Buda y Mara. El Buda es como una flor, muy fresca y bella. Mara en cambio es como la basura: apestosa, cubierta de moscas y desagradable al tacto. Mara no es agradable en absoluto, pero si sabes ayudar a Mara a transformarse, se convertirá en el Buda. Y si no sabes cuidar del Buda, acabará convirtiéndose en Mara.

Al observar las cosas de ese modo, sabemos que los elementos no-rosa, incluyendo la basura, se han reunido para que la rosa pueda existir. El Buda también es como una rosa, pero si lo observas a fondo, verás en él a Mara; el Buda está formado por elementos de Mara. Y cuando comprendes esta enseñanza budista, ves que todo es vacío, porque nada existe separado de lo demás. Una rosa está formada por elementos no-rosa, no existe separada de las otras cosas, por eso es vacía. Una rosa carece de un yo separado porque siempre está formada por elementos no-rosa.

El interser lo incluye todo -no sólo a Buda y a Mara, o a las rosas y la basura-, sino también al sufrimiento y la felicidad, lo bueno y lo malo. El sufrimiento, por ejemplo, se compone de felicidad, y la felicidad se compone de sufrimiento. Lo bueno se compone de lo malo, y lo malo se compone de lo bueno. La derecha se compone de la izquierda, y la izquierda se compone de la derecha. Para que esto exista, ha de existir aquello. Al eliminar esto, aquello desaparece. El Buda dijo: “Esto existe, porque aquello existe”. Es una enseñanza muy especial del budismo.

La práctica de la meditación budista se inicia aceptando que en nosotros hay tanto rosas como basura. Cuando vemos las rosas que hay en nosotros, nos sentimos felices, pero al mismo tiempo sabemos que si no las cuidamos bien se convertirán rápidamente en basura. Aprendemos a cuidar de ellas para que permanezcan en nosotros por más tiempo. Cuando se empiezan a deteriorar en basura, no nos produce miedo, ya que sabemos transformar la basura en rosas de nuevo. Cuando reconozcas una sensación de desasosiego, si observas con atención esa sensación, verás en ella una diminuta semilla de felicidad y liberación. Así es como la transformación tiene lugar.


Extracto del libro:
A la sombra del manzano rosal
El budismo explicado a los niños
Thich Nhat Hanh
Fotografía tomada de internet

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