miércoles, 14 de junio de 2017

EL ARTE DE MANEJAR UNA TORMENTA


Cuando viene una tormenta, se queda un rato y luego se va. Una emoción es así también, viene, se queda un rato y luego se va. Una emoción es sólo una emoción. No morimos de una emoción. Somos mucho, mucho más que una emoción. Cuando notan que una emoción empieza a aparecer, es muy importante que se sienten en una postura estable o que se tumben, que es también una posición muy estable. Luego, concentren su atención en el vientre. La cabeza es como la cima de un árbol. Yo no me quedaría ahí. Bajen su atención al tronco del árbol, donde hay estabilidad.

Una vez concentrada su atención en el vientre, llévenla más abajo, justo debajo del ombligo, y empiecen a practicar la respiración consciente. Inhalando y exhalando profundamente, observen como el abdomen sube y baja. Tras practicar de esta manera unos diez, quince o veinte minutos, comprobarán que son fuertes, lo bastante fuertes como para resistir la tormenta. En esta posición, sentados o tumbados, limítense a aferrarse a su respiración, como quien se aferra a su chaleco salvavidas en medio de una tormenta. Al cabo de un rato la emoción se irá.

Esta es una práctica muy eficaz, pero les ruego recordar una cosa: no esperen a sentir una emoción fuerte para practicar. Si hacen esto no recordarán como hacerlo. Deben practicar ahora, hoy, cuando se sienten muy bien, cuando no tienen que habérselas con una emoción fuerte. El momento de empezar a practicar es ahora. Pueden practicar diez minutos al día. Siéntense y practiquen concentrando su atención en el vientre mientras inhalan y exhalan. Si hacen esto tres semanas, veintiún días, se convertirá en un hábito. Luego, cuando se sienten enojados o abrumados por la desesperación, se acordarán de practicar sin esfuerzo. El éxito alcanzado les hará tener fe en la práctica y serán capaces de decir a su emoción: «Bien, si vuelves a aparecer por aquí, volveré a hacer exactamente lo mismo». Sabiendo lo que tienen que hacer, no sentirán miedo.

Practiquen regularmente. Una vez que su práctica se haya convertido en un hábito, cuando no practiquen les dará la impresión de que les falta algo. Su practica les traerá bienestar y estabilidad. Además, tendrá efectos positivos en su salud. Esta es la mejor clase de protección personal que se pueden ofrecer. Yo siempre pienso que la energía de la consciencia plena es la energía del Buda, la energía de Dios, del Espíritu Santo, que llevamos dentro de nosotros y nos protege en todo momento. Cada vez que tocan la respiración consciente, la energía de Dios, la energía del Buda están con ustedes para protegerles.

Una vez que hayan aprendido a practicar quizá les apetezca explicarle a un amigo o pariente o a sus hijos, si alguno tienen, cómo practicar. Conozco madres que practican con sus hijos. Toman al niño de la mano y le dicen «Respira conmigo cariño. Inhalando, soy consciente de que mi abdomen sube. Exhalando, soy consciente de que mi abdomen baja». Guían a sus hijos para que respiren con ellas hasta que se sobreponen a su emoción.

Si saben practicar, podrán generar la energía de la estabilidad y serán capaces de tomar la mano de otra persona y transmitirle la energía de su estabilidad. Podrán ayudar a esa persona a salir del ojo del huracán; puede que ayude a salvarle la vida de alguien. Hoy son muchos los jóvenes que no saben manejar sus emociones. El número de personas que se suicida es enorme. Este ejercicio es sencillo, pero muy importante.


Extracto del libro:
Sea libre donde esté
Thich Nhat Hanh
Fotografía tomada de internet

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