lunes, 15 de mayo de 2017

LA COMPASIÓN COMO FACTOR LIBERADOR


Cada momento de nuestra vida puede ser un momento de práctica. Aunque estén esperando la comida o en fila para ser contados, siempre pueden practicar inhalar y exhalar conscientemente, y hacerlo sonriendo. No desperdicien ni un momento de su vida cotidiana. Cada momento es una oportunidad para cultivar su solidez, paz, y alegría. Y al cabo de unos días empezarán a comprobar que la gente se beneficia de su presencia. Su presencia puede convertirse en la presencia de un bodhisattva, de un santo. Esto es posible.

Hay un relato que leí cuando tenía siete años. Se trataba de un Jataka, esto es, de un relato sobre una vida pasada del Buda. Este relato trata de una de las vidas pasadas del Buda cuando estaba en el infierno. El guardia que estaba a cargo de las personas recluidas en el infierno no parecía tener ninguna compasión. Llevaba un gran tridente y cada vez que alguien hacía algo prohibido, se lo clavaba en el pecho. Aun cuando este trato hacía sufrir mucho a los reclusos, no podían morir. Este era su castigo; sufrían, pero no morían.

Un día, a los reclusos se les obligó a portar pesadas cargas al hombro. Con tridente en mano el guardia empezó a darles empujones para que se movieran más deprisa. El Buda vio que uno de los reclusos no podía evitar quedarse atrás y que el guardia empezaba a meterse con él, amenazándole con su tridente para que avanzara más deprisa. En ese momento algo nació en la vida pasada del Buda. Quería intervenir, enfrentarse al guarda, aun cuando sabía que se volvería contra él. Si su intervención hubiese resultado en su muerte, habría intervenido de buena gana. Pero el tipo de castigo que podía esperar a cambio no le acarrearía la muerte, sino sólo más sufrimiento. Pese a esto se acercó valerosamente al guarda y le dijo: «¿Acaso no tienes corazón? ¿Por qué no le das tiempo para que lleve su carga?». Nada más oír esto el guarda le clavó el tridente en el pecho del Buda, que murió al instante y volvió a nacer como ser humano.

El Buda tuvo el valor de plantarse delante del guarda y mirarle a los ojos en interés de su compañero. Se dio cuenta de la injusticia y, por sentir tanto sufrimiento, la compasión nació en su corazón. Su intervención nació de la compasión. Por eso murió al instante y nació como ser humano. A partir de entonces, la vida pasada del Buda empezó a practicar hasta que se convirtió en una persona totalmente iluminada, un Buda. Así, el Buda, en una de sus vidas pasadas había llegado hasta el fondo del sufrimiento. Pero, gracias a la compasión nacida de su corazón, fue capaz de liberarse de su situación.

Yo mismo he sufrido mucho y estoy en condiciones de decirles que la compasión les puede liberar de la situación más difícil. Lo que les ayuda y muestra cómo salir de las situaciones más difíciles es la energía de la compasión. Hubo una época en que llevábamos barcos al Golfo de Siam para rescatar a los refugiados del mar. Esta labor puede ser muy peligrosa porque hay muchos piratas en el mar. Sin embargo, como creíamos que la mejor defensa es la compasión, nunca llevábamos armas de fuego a la hora de rescatar gente. Según las enseñanzas y la práctica que yo sigo, la compasión es el medio más eficaz de protección personal.

En los círculos budistas hablamos de Avalokiteshvara, el bodhisattva de la compasión y la escucha profunda. El bodhisattva se puede manifestar como mujer, hombre o niño, político o esclavo, pero la principal característica del bodhisattva es siempre la misma, la presencia de compasión en su corazón. En una ocasión Avalokiteshvara se manifestó como un fantasma hambriento de rostro muy feroz. Asumió el aspecto de fantasma hambriento para ayudar a otros fantasmas hambrientos, pero en verdad era un estar compasivo. Muchos de nosotros tememos estar atacados y a veces nos hacemos los duros y los crueles para protegernos, aunque dentro tengamos compasión y comprensión. Sin compasión, sufrimos mucho, y hacemos sufrir a quienes nos rodean. Con compasión, podemos relacionarnos con otros seres vivos y ayudarles a sufrir mucho menos.

Si la energía de la compasión habita en ustedes, viven en el sitio más seguro de todos. La compasión se puede expresar en sus ojos, en la forma en que actúan o reaccionan, en la manera en que caminan, se sientan, comen o en que se relacionan con otras personas. Esto también puede ser contagioso. Es muy maravilloso sentarse cerca de alguien que tiene compasión en su corazón. Con compasión en el corazón conseguirán que uno o dos amigos sigan su ejemplo porque todos necesitamos compasión y amor. Dos personas juntas pueden protegerse una a la otra y a las personas alrededor de ellas también.

Es nuestra práctica cultivar la compasión en nuestra vida diaria. Gracias a la práctica de compasión, abrimos nuestro corazón a una persona, y luego a otra, y finalmente cuando la compasión está presente, cualquier sitio puede ser un sitio agradable. Cuando el elemento de alegría entra en nuestro cuerpo y nuestra consciencia, juntos hallamos la paz y la alegría aquí y ahora mismo.


Extracto del libro:
Sea libre donde esté
Thich Nhat Hanh
Fotografía tomada de internet

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