miércoles, 11 de enero de 2017

RELAJACIÓN PROFUNDA


He aquí un ejemplo de cómo dirigirte a ti mismo o a los demás para alcanzar una Relajación Profunda. Dejar que tu cuerpo descanse es muy importante. Cuando tu cuerpo está a gusto y relajado, tu mente también estará en paz. La práctica de la Relajación Profunda es fundamental para curar el cuerpo y la mente. Te ruego que te reserves un tiempo para practicarla a menudo. Aunque la siguiente relajación dirigida pueda tomarte unos treinta minutos, modifícala con toda libertad para que se adapte a tu situación. Puedes acortarla a sólo cinco o diez minutos y hacerla al despertarte por la mañana, antes de acostarte por la noche o durante un breve descanso en medio de un ajetreado día. O alargarla y hacer que sea más profunda. Lo más importante es que disfrutes con ella.

Tiéndete cómodamente boca arriba sobre el suelo o la cama. Cierra los ojos. Deja que los brazos descansen suavemente a los lados del cuerpo y que tus piernas estén relajadas y se inclinen hacia fuera.

Mientras inspiras y espiras, sé consciente de todo el cuerpo que está tendido. Siente las zonas del cuerpo que se mantienen en contacto con el suelo o con la cama sobre la que estás: los talones, las pantorrillas, las nalgas, la espalda, las palmas de las manos, los brazos y la parte posterior de la cabeza. Con cada espiración, siente cómo te vas hundiendo cada vez más en el suelo, liberando la tensión, liberando todas las preocupaciones, sin aferrarte a nada.

Mientras inspiras, siente cómo sube el abdomen; y al espirar, cómo baja. Dedica varias respiraciones a observar únicamente cómo el vientre sube y baja.

Ahora, mientras inspiras, sé consciente de los dos pies. Al espirar, deja que se relajen. Al inspirar, envía tu amor a los pies, y al espirar, sonríeles. Mientras inspiras y espiras, toma conciencia de lo maravilloso que es tener dos pies, que te permiten caminar, correr, hacer deporte, bailar, conducir y realizar tantas otras actividades a lo largo del día. Envía tu agradecimiento a los dos pies por estar siempre ahí para ti cuando los necesitas.

Al inspirar, sé consciente de las piernas derecha e izquierda. Al espirar, deja que todas las células de las piernas se relajen. Al inspirar, sonríe a tus piernas, y al espirar, envíales tu amor. Aprecia cualquier cantidad de fuerza y salud que haya en ellas. Mientras inspiras y espiras, envíales tu ternura e interés. Déjalas que descansen y se vayan hundiendo suavemente en el suelo. Libera cualquier tensión que haya en ellas.

Al inspirar, sé consciente de las dos manos descansando en el suelo. Al espirar, relaja por completo los músculos de las manos y libera cualquier tensión que pudiera haber en ellas. Mientras inspiras, aprecia lo maravilloso que es tener dos manos. Mientras espiras, envíales una sonrisa de amor. Al inspirar y espirar, siente todas las cosas que las dos manos te permiten hacer: cocinar, escribir, conducir, mantener la mano de alguien entre las tuyas, sostener a un bebé, lavar tu cuerpo, dibujar, tocar un instrumento musical, escribir a máquina, fabricar y rreglar cosas, acariciar a un animal, sostener una taza de té. Tus manos te permiten hacer un montón de cosas. Disfruta del hecho de tener dos manos y deja que las células que hay en ellas descansen de verdad.

Al inspirar, sé consciente de los dos brazos. Al espirar, deja que se relajen por completo. Mientras inspiras, envía tu amor a los brazos; mientras espiras, sonríeles. Dedica el tiempo necesario a apreciar los brazos y cualquier fuerza y salud que haya en ellos. Envíales tu agradecimiento por permitirte abrazar a alguien, columpiarte, ayudar y servir a los demás, y trabajar duramente: limpiando la casa, cortando el césped y haciendo tantas otras cosas a lo largo del día. Inspirando y espirando, deja que los brazos se suelten y que descansen por completo en el suelo. Con cada espiración, siente cómo la tensión se va de tus brazos. Mientras los abrazas con la energía de ser consciente, siente la alegría y la calma que hay en cada parte de ambos brazos.
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Inspirando, sé consciente de los hombros. Espirando, deja que cualquier tensión que haya en ellos fluya hacia el suelo. Mientras inspiras, envía tu amor a los hombros; y mientras espiras, sonríeles agradecido. Al inspirar y espirar, sé consciente de que puedes haber dejado acumular mucha tensión y estrés en los hombros. Con cada exhalación, deja que la tensión se vaya de ellos, sintiendo que se van relajando cada vez más. Envíales tu ternura e interés, sabiendo que no deseas forzarlos, sino vivir de un modo que puedan estar relajados y cómodos.

Al inspirar, sé consciente de tu corazón. Al espirar, deja que descanse. Inspirando, envía amor a tu corazón. Espirando, sonríele. Mientras inspiras y espiras, siente lo maravilloso que es tener un corazón palpitando en el pecho. Tu corazón te permite vivir, y siempre está ahí para ti, cada minuto, cada día. Sin descansar ni un solo instante. Tu corazón ha estado latiendo desde que eras un feto de cuatro semanas dentro del útero de tu madre. Es un órgano maravilloso que te permite hacerlo todo a lo largo del día. Inspira y sé consciente de que tu corazón también te quiere. Espira y comprométete a vivir de un modo que le ayude a funcionar bien. Con cada exhalación, siente cómo el corazón se relaja cada vez más. Deja que cada célula de tu corazón sonría llena de calma y alegría.

Inspirando, sé consciente del estómago y los intestinos. Espirando, deja que se relajen. Mientras inspiras, envíales tu amor y gratitud. Mientras espiras, sonríeles tiernamente. Inspirando y espirando, sé consciente de lo esenciales que son estos órganos para tu salud. Dales la oportunidad de descansar profundamente. Cada día digieren y asimilan la comida que ingieres y te dan energía y fuerza. Necesitan que dediques un poco de tiempo a reconocerlos y valorarlos. Mientras inspiras, siente cómo el estómago y los intestinos se relajan y liberan cualquier tensión. Mientras espiras, disfruta del hecho de tener un estómago y unos intestinos.

Inspirando, sé consciente de los ojos. Espirando, deja que los ojos y los músculos que les rodean se relajen. Inspirando, sonríeles; y espirando, envíales tu amor. Deja que los ojos descansen y se hundan en la cabeza. Mientras inspiras y espiras, sé consciente de lo valiosos que son, porque te permiten mirar los ojos de alguien que amas, ver una bella puesta de sol, leer y escribir, moverte fácilmente por los alrededores, contemplar un pájaro volando en el cielo y ver una película; tus ojos te permiten hacer un montón de cosas. Dedica un poco de tiempo a apreciar el regalo de la vista y deja que los ojos descansen profundamente. Levanta suavemente las cejas para ayudar a liberar cualquier tensión que hubiera alrededor de los ojos.

Sigue relajando otras zonas del cuerpo, utilizando el mismo modelo

Ahora, si hay cualquier lugar en tu cuerpo que esté enfermo o que te duela, dedica este espacio de tiempo a tomar conciencia de él y enviarle tu amor. Inspirando, deja que esta zona descanse; y espirando, sonríele con gran ternura y afecto. Sé consciente de que hay otras partes del cuerpo que continúan estando fuertes y sanas. Deja que esas partes de tu cuerpo nvíen su fuerza y energía a la zona débil o enferma. Siente cómo el apoyo, la energía y el amor del resto del cuerpo penetran en esta zona débil calmándola y curándola. Inspira y afirma tu propia capacidad para curar; espira y suelta la preocupación o el miedo que retengas en el cuerpo. Inspirando y espirando, sonríe con amor y confianza a la zona de tu cuerpo que no se encuentre bien.

Por último, inspirando sé consciente de todo el cuerpo que está tendido. Espirando, disfruta de la sensación que te produce el cuerpo tendido, que se siente muy relajado y tranquilo. Mientras inspiras, sonríe a tu cuerpo; y mientras espiras, envíale tu amor y compasión. Siente cómo todas las células de tu cuerpo sonríen alegremente contigo. Siente gratitud hacia las células de tu cuerpo. Vuelve a centrar la atención en cómo el estómago sube y baja.

Si estás dirigiendo a otras personas, canta ahora varias canciones o nanas relajantes, si te sientes a gusto haciéndolo.

Para finalizar esta práctica, estírate y abre los ojos lentamente. Tómate tu tiempo para levantarte, hazlo con calma y suavemente. Practica el llevar contigo la serena y consciente energía que has generado a tu próxima actividad y a lo largo del día




Extracto del libro:
LA IRA (El dominio del fuego interior)
Thich Nhat Hanh
Fotografía tomada de internet

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