jueves, 15 de septiembre de 2016

DE UN PENSAMIENTO SOLEMNE Y AMARGADO A UN PENSAMIENTO LÚDICO


CAPÍTULO 3
«LA RISA ES PELIGROSA»

DE UN PENSAMIENTO SOLEMNE Y AMARGADO A UN PENSAMIENTO LÚDICO

«La potencia intelectual de un hombre se mide por la dosis de humor que es capaz de utilizar.»
NIETZSCHE

¿Quién no ha tenido que aguantar alguna vez a un experto que se toma muy en serio a sí mismo y piensa que sus conocimientos son la auténtica sabiduría? Una de las características de la inflexibilidad mental es la solemnidad, que se manifiesta, abierta o soterradamente, como una fobia a la alegría. Para estos individuos, la carcajada es una manifestación de mal gusto; la broma o el chiste, un síntoma de superficialidad, y el humor en general, un escapismo cobarde de los que no son capaces de ver lo horripilante del mundo.

El psicólogo Seligman ubica el sentido del humor (picardía) como una fortaleza perteneciente a una virtud mayor: la trascendencia.47 Y lo define como «el gusto por reír y hacer reír, y ver el lado cómico de la vida fácilmente», incluso en la adversidad. Recuerdo que, en cierta ocasión, un amigo se resbaló al bajar de un autobús. La caída fue bastante aparatosa porque fue deslizándose sentado sobre su trasero hasta aterrizar en la acera. Una mujer que pasaba por allí se le acercó rápidamente a prestarle ayuda y le preguntó: «¡Dios mío! ¿Se ha caído?» Mi amigo, al que no le falta sentido del humor, respondió en tono serio: «No, señora, es una vieja costumbre de familia.» Este comentario dio pie a que todos aquellos que contenían la risa se carcajearan libremente; y la algarabía fue total. Buen humor: disposición a reírse de sí mismo y, además, provocar la risotada e involucrar a los demás en la ocurrencia. Por eso, el arte de bromear sanamente es una virtud social.

Puede haber humor sin sabiduría, pero no lo contrario.

Las tradiciones espirituales más conocidas de Oriente y la filosofía antigua lo atestiguan. Por ejemplo, el guía espiritual Bhagwan Shree Rajneesh48 menciona el curioso caso de un místico japonés llamado Hotei que fue apodado como «el Buda que ríe»: 

«En Japón, un gran místico, Hotei, fue llamado «el Buda que ríe». Fue uno de los místicos más amados en Japón y nunca pronunció una sola palabra. Cuando se iluminó comenzó a reírse, y siempre que alguien le preguntaba: “¿de qué te ríes?”, él reía más. Iba de pueblo en pueblo riéndose...» (p. 106)

Y, en otro pasaje, agrega:

«En toda su vida, después de su iluminación, cerca de cuarenta y cinco años, sólo hizo una cosa: y fue reírse. Ése era su mensaje, su evangelio, su sagrada escritura.» (p. 107)

Las personas que conocían a Hotei no podían parar de reír y no tenían idea de por qué lo hacían. En realidad, se reían sin una razón, algo que no entra en la cabeza de una persona rígida. Ésa es una de las cualidades más significativas de la risa. Se extiende como la pólvora; se expande como una ola de júbilo que envuelve y revuelca a quien la escucha.

En El mito de la libertad el maestro Chogyam Trungpa49 sostiene de manera jocosa que la creencia de que el yo es un ente sólido no es otra cosa que un «chiste cósmico». Un swami me dijo en cierta ocasión: «Lo que me resulta realmente divertido, y espero que no lo vaya a tomar a mal, es que usted cree que existe.» Recuerdo que su frase, aunque no me produjo una crisis de identidad, me dejó pensando varios días. No saber quién soy tiene un pase, ¿pero dudar de mi existencia? En todo caso, por ahora todavía sigo creyendo que soy un ser real, aunque produzca sonrisas compasivas en mis amigos budistas.

El hombre sabio mantiene un constante espíritu festivo frente la vida. Y no me refiero a un optimismo relamido, sino a que puede ver más allá de los sistemas de clasificación y la lógica de línea dura. El pensamiento crítico no es incompatible con el ingenio, la agudeza y la hilaridad. El sabio se revisa a sí mismo y se enriquece con otras perspectivas; sin embargo, también es capaz de sacarle provecho al absurdo. Más aún, la faceta chispeante del buen humor posee la curiosa capacidad de unir los polos opuestos en una dimensión paradójica inesperada y producir una sensación de ligereza y relajamiento. Veamos tres ejemplos:

1. Una cita de Montaigne:

«Mi vida ha estado repleta de terribles desgracias, la mayoría de las cuales nunca sucedieron.»

Catástrofe y bienestar en el mismo saco. Humor concentrado que puede llegar a trastornar a más de un sesudo analista.

2. Un parágrafo del acto tercero de la obra de teatro Un marido ideal, de Oscar Wilde:

—Cosa extraordinaria la que sucede con las clases bajas en Inglaterra. A cada rato se les muere algún pariente.

—¡Sí, milord! A ese respecto son extremadamente afortunados.

Humor negro y sarcástico, y, aun así, refrescante porque nos sorprende un pensamiento lateral inesperado.

3. Dos anotaciones de Groucho Marx, en las que el sinsentido y la semántica adquieren un significado inesperado:

«Partiendo de la nada hemos alcanzado las más altas cotas de miseria.»

«Fuera del perro, un libro es probablemente el mejor amigo del hombre. Y dentro del perro probablemente está demasiado oscuro para leer.»

Alguien dijo que la vida es muy importante para tomársela en serio. Y lo mismo ocurre con la propia autopercepción. Si no sufres de endiosamiento ni tienes aires de grandeza, deberías aprender a tomarte el pelo a ti mismo de tanto en tanto, como un ejercicio de sincera modestia y libertad mental.

Muchas personas temen dar la impresión de ser un payaso si se vuelven demasiado alegres, y prefieren adoptar la actitud del sepulturero. Para ellos va este relato de Anthony de Mello, del libro Un minuto para el absurdo:

El maestro era cualquier cosa, 
menos ampuloso. Siempre que hablaba 
provocaba enormes y alegres 
carcajadas, para consternación de 
quienes se tomaban demasiado en serio 
la espiritualidad... y a sí mismos.

Al observarlo, un visitante comentó 
decepcionado: «¡Este hombre es un payaso!»
«Nada de eso», le replicó un 
discípulo: «No ha comprendido usted 
ni una palabra: un payaso hace que te 
rías de él, un maestro hace que 
te rías de ti mismo.»

Una persona mentalmente sana crea humor, lo inventa y lo incorpora a su vida de manera inesperada. Reconoce el sentido lúdico de las cosas y lo busca activamente, y es capaz de suavizar la percepción de las situaciones adversas tratando de mantener un mejor estado de ánimo. El ingenio nos ayuda a fluir; el mal genio produce estancamiento mental.

47. Seligman, M. E. P. (2003). La auténtica felicidad. Buenos 
Aires: Javier Vergara Editores.
48. Bhagwan, S. R. (1995). Vida. Amor. Risa. Medellín: 
Editorial Endymion.
49. Trungpa, C. (1990). El mito de la libertad. Colombia: 
Karma Thegsum Choling.

Extracto del libro:
El arte de ser flexible
Walter Riso
Fotografía tomada de internet

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