miércoles, 24 de junio de 2015

YAMA MARA (MIEDO A LA VIDA)


Pienso que quizá todos los maras surjan del miedo a la muerte, pero yama mara está particularmente enraizado en él. Cuando hablamos de la buena vida desde el punto de vista samsárico general, nos referimos a conseguir tenerlo todo en orden. Por fin sentimos que somos una buena persona: tenemos buenas cualidades, somos pacíficos y cuando nos tiran flechas no nos desequilibramos. Somos la persona que sabe convertir las flechas en flores. Nos sentimos muy bien con nosotros mismos, por fin hemos atado todos los cabos sueltos. Somos felices y pensamos que eso es la vida.

También solemos pensar que si meditásemos lo suficiente, o si hiciésemos suficiente ejercicio, o si comiéramos comida equilibrada, todo sería perfecto. Pero desde el punto de vista de alguien despierto, eso es la muerte. Buscar la seguridad o la perfección, regocijarnos por sentirnos seguros y completos, auto-contenidos y cómodos, es una especie de muerte. No cabe ni una ráfaga de aire fresco, no hay lugar para que entre algo nuevo que interrumpa todo lo anterior. Al controlar la experiencia estamos matando el momento, y así preparamos nuestro propio fracaso porque, antes o después, vamos a tener una experiencia que no podremos controlar: se nos va a quemar la casa, va a morir algún ser querido, vamos a enterarnos de que tenemos cáncer, va a caer un ladrillo del cielo y nos va a dar en la cabeza, alguien va a derramar zumo de tomate sobre nuestro traje blanco, o vamos a ir a nuestro restaurante favorito para descubrir que ese día han ido a comer allí otras setecientas personas.

La esencia de la vida es que es desafiante. Unas veces es dulce y otras amarga. A veces nuestro cuerpo se tensa y otras se relaja y se abre. A veces tienes dolores de cabeza y otras te sientes sano al 100 por 100. Desde la perspectiva de la persona despierta, tratar de atar todos los cabos y tenerlo todo controlado es la muerte porque implica rechazar gran parte de nuestra experiencia básica. En dicho planteamiento de vida hay algo agresivo: tratamos de aplanar todos los relieves e imperfecciones para suavizarnos el paseo.

Estar plenamente vivo, ser plenamente humano y estar completamente despierto es ser expulsado del nido constantemente. Vivir plenamente es estar siempre en tierra de nadie, es experimentar cada momento como algo plenamente nuevo y fresco. Vivir es estar dispuesto a morir una y otra vez. Eso es la vida desde el punto de vista de la persona despierta. Y la muerte es querer aferrarse a lo que se tiene, y que todas las experiencias nos confirmen, nos satisfagan y nos hagan sentirnos completamente en orden. Por eso, aunque digamos que yama mara es el miedo a la muerte, en realidad es el miedo a la vida.

Queremos ser perfectos pero vemos constantemente nuestras imperfecciones y no hay manera de huir de ellas, no hay salida, no hay escape posible. Entonces es cuando la espada se convierte en una flor. Nos quedamos con lo que vemos, sentimos lo que sentimos y desde ese punto empezamos a conectar con nuestra mente básicamente sabia.

¿Habría despertado el Buda sin los maras? ¿Habría alcanzado la iluminación sin ellos? ¿No fueron en realidad sus mejores amigos porque le mostraron quién era y cuál era su verdad? Todos los maras señalan el camino hacia la plenitud del despertar y de la vida a través del abandono, dejándonos morir momento a momento al final de cada espiración. Cuando despertamos, podemos vivir plenamente sin buscar el placer ni evitar el dolor, sin reconstruirnos cuando nos caemos a pedazos. Podemos permitirnos sentir nuestras emociones frias o calientes, vibrantes o planas, en lugar de emplearlas para mantenernos en la ignorancia y en la estupidez. Podemos renunciar a ser perfectos y experimentar plenamente cada momento. Tratar de escapar nunca es la respuesta a ser totalmente humanos. Huir de la inmediatez de la experiencia es como preferir la muerte a la vida.

Viendo las flechas y las espadas, y cómo reaccionamos a ellas, siempre podemos volver a la mente básicamente sabia. En lugar de tratar de librarnos de algo o de entrar en la sensación dualista de sentirnos atacados, podemos aprovechar la oportunidad para ver cómo nos cerramos cuando nos presionan. Así es como abrimos el corazón.

Así es como despertamos nuestra inteligencia y conectamos con nuestra naturaleza búdica fundamental.

Extracto del libro:
Cuando Todo Se Derrumba
Pema Chödron
Fotografía de Internet

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