viernes, 27 de marzo de 2015

TÚ ERES TUS HIJOS


En tu condición de padre o madre, has de escuchar a tu hijo o a tu hija; es algo muy importante porque tu hijo forma parte de ti, y tu hija también. Tu hijo es una continuación de ti. La tarea más importante que tienes es restablecer la comunicación entre tú y tu hijo. Si tu corazón no funciona bien, si tu estómago no está sano, no piensas en cortártelos y tirarlos. No puedes decir: «¡Tú no eres mi corazón, porque él no se comportaría así! ¡Tú no eres mi estómago, porque él no se comportaría así! ¡No quiero saber nada de ti!», porque sabes que no sería una conducta inteligente. Quizá sólo digas estas cosas a tu hijo o a tu hija, pero tampoco es inteligente.

Si eres una mujer, cuando concibes un hijo en el útero, consideras que tú y tu bebé constituís una unidad. A veces incluso conversas con él: «No te muevas, amorcito mío. Sé que estás ahí». Se lo dices con amor. Además te fijas en lo que consumes, porque sabes que cualquier cosa que comas o bebas, la estará ingiriendo también tu hijo. Sabes que tus penas y alegrías son las penas y alegrías de tu bebé. Que tú y él sois una misma cosa.

Pero cuando das a luz y a tu hijo le cortan el cordón umbilical, empiezas a olvidar este conocimiento de ser una unidad con él. Y cuando cumple doce o trece años, ya lo has olvidado por completo. Ves a tu hijo como si fuera una entidad separada, tenéis problemas el uno con el otro. Tener un problema con un hijo es como tenerlo con el estómago, el corazón o los riñones. Si crees que es otra persona, una entidad separada, es posible que en alguna ocasión le digas: «¡Vete, no eres hijo mío! ¡No eres hija mía! Un hijo mío no se comportaría así. Una hija mía no se comportaría así». Pero del mismo modo que no puedes decirle eso a tu estómago o a tu corazón, tampoco puedes decírselo a tu hijo ni a tu hija. El Buda afirmó: «No existe un yo separado». Tú y tu hijo, tú y tu hija, sois una continuación de muchas generaciones de antepasados. Formáis parte de un largo río de la vida. Cualquier cosa que tus hijos hagan seguirá afectándote profundamente, igual que cuando estaban en tu seno. Cualquier cosa que tú hagas seguirá afectando a tus hijos profundamente, porque ellos nunca se han separado de ti. Tu felicidad y tu sufrimiento son la felicidad y el sufrimiento de tus hijos, y viceversa. Por eso has de poner el cien por cien de ti en la tarea de restablecer la comunicación entre vosotros.

Extracto del libro:
LA IRA (El dominio del fuego interior)
Thich Nhat Hanh
Fotografía de Internet

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