miércoles, 19 de marzo de 2014

EL PODER AFECTIVO LO TIENE QUIEN NECESITA MENOS AL OTRO


Principio 4
Puede leer los otros principios en este blog o en:
Manual Para No Morir de Amor 
Walter Riso
El apego corrompe.
JIDDU KRISHNAMURTI

Esa necesidad de olvidar su yo en la carne extraña es lo que el hombre llama noblemente necesidad de amar.
CHARLES BAUDELAIRE

En la mayoría de las parejas, soterrada o abiertamente, se establece una lucha por el poder que puede entenderse como una confrontación de debilidades (quién de los dos es más sensible al dolor de una ruptura) o fortalezas (quién de los dos aguantaría más la pérdida del otro). Supuestos y anticipaciones catastróficas, cotejadas y medidas en el día a día que definen al afectivamente dominante. Las jerarquías son desagradables, pero también suelen ser inevitables, y aunque casi siempre soñamos con un amor horizontal y democrático, la dependencia emocional enturbia las cosas y genera lo que podríamos llamar un «poder afectivo» que responde a una pregunta fundamental:

¿Quién necesita menos al otro?

Krishnamurti afirmaba que el apego corrompe, lo que equivale a decir que lo que más teme la persona apegada es perder a la persona que para ella representa una fuente de seguridad/placer. En los dependientes, la retención y mantenimiento de la pareja prevalece a lo que dé lugar y más allá de cualquier principio. Decir que «¡Sin él no soy nada!» o «¡Sin ella mi vida no tiene sentido!» es ponerla propia existencia en manos ajenas. Si pienso que mi vida se acaba cuando no estás, haré cualquier cosa para retenerte y no tendré límites. Hablamos de vida y de muerte, porque, para los apegados, la persona amada es el aire que se respira.

La adicción afectiva es una enfermedad, no importa cómo la queramos presentar, no importa el envase: el apego es la incapacidad de renunciar a la pareja cuando debe hacerse. ¿Y cuándo debe hacerse? Al menos, en tres situaciones: cuando ya no te quieren, cuando tu autorrealización se ve bloqueada o cuando tus principios se ven afectados. En este libro encontrarás más razones válidas de renuncia emocional.

Entonces la lucha por el «poder afectivo» es el forcejeo que se genera a partir del apego o el desapego que se maneja en cada relación. Si tu pareja depende de ti menos de lo que tú dependes de ella, al menos en teoría, podría prescindir de ti más fácilmente de lo que tú podrías prescindir de ella. Esta «desventaja» es procesada consciente o inconscientemente por tu mente, que de inmediato actuará a la defensiva, porque se sentirá en una posición de inferioridad emocional, aunque tu pareja no quiera aprovecharse de ello. Quizá la molestia no se haga evidente en condiciones normales, pero es muy probable que se active cuando haya peleas o discusiones y al apegado se le dispare la confirmación del peor de los temores: «¡Me va a dejar!».

Por su parte, los que poseen el poder afectivo no suelen lamentarse demasiado.
Incluso a ciertas personas inseguras les encanta estar con alguien extremadamente 
dependiente porque lo consideran un seguro contra el abandono. Una mujer me decía:

«Lo que más me gusta de él es que no pueda vivir sin mí, porque yo le doy sentido a su 
vida. Por eso no lo dejo leer sus libros sobre el apego...». Dicho de otra forma: amo tu 
patología porque sé que gracias a ella nunca serás capaz de dejarme, haga lo que 
haga. No hay nada más placentero para una persona que sufre de apego que estar con 
otra más apegada. Es la proclama de dependencia afectiva que circula soterradamente 
entre los enamorados que son incapaces de vivir sin el otro: «Apegados del mundo, 
uníos».

Extracto del libro: 
Manual Para No Morir de Amor 
Walter Riso

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