jueves, 21 de noviembre de 2013

MI EX ME NECESITA

¿Es posible juntarse con el amante y sobrevivir al intento? 
Costes, riesgos y consecuencias a los que posiblemente debas hacer frente para que calibres tus fuerzas.


Aunque puede haber muchas causas que expliquen la deserción de los amantes tras el «rejunte», señalaré las tres más frecuentes.

«¡Mi ex me necesita!» (tercer motivo)

No es poco común que ciertas personas mantengan un lazo compensatorio con la ex pareja y crean, consciente o inconscientemente, que aún deben mirar por ella.

¿Las causas?: lástima («No soporto que sufra»), responsabilidad moral («Es mi deber como ex») y especialmente culpa («Debo compensar el daño que le he hecho»). Cualquiera de las tres pone a la pareja actual (el viejo amante transformado) con el vello de punta. Lo que arma más revuelo son las depresiones o los ataques de ansiedad del ex. He conocido casos en los que, entre el Prozac y el Rivotril, entre el apoyo moral y las buenas acciones, la flecha de Cupido se ha clavado por segunda vez en los implicados.

¡Otra vez! Pues sí, aunque parezca imposible, podemos enamorarnos dos veces de la misma persona, y uno de los motivos de esta curiosa reincidencia es el buen samaritano que llevamos dentro.

Un hombre me decía indignado: «¡Estoy harto! ¡Cada vez que se pone enfermo el ex, mi mujer corre en su ayuda! ¡Y, para colmo, el tipo se pasa la vida enfermo!

¿Será que todavía siente algo por él? ¡Prefiero que el otro se venga a vivir con nosotros...al menos lo tengo vigilado!» Obviamente, no es una buena idea un triángulo afectivo bajo el mismo techo y menos aún si uno de los vértices es precisamente el ex de la mujer de uno.

Estas relaciones de auxilio suelen funcionar como un círculo vicioso. En el caso de mi paciente, cada vez que el ex marido llamaba (porque sentía un «dolor en el pecho»), ella entraba en crisis y de inmediato corría en su ayuda, lo que reforzaba la supuesta enfermedad coronaria inexistente del señor. Cuando le pregunté a la señora por qué actuaba de ese modo, me respondió: «¡Es el padre de mis hijos!». Y el menor de sus hijos tenía veintitrés años... La pregunta es obvia: ¿por qué no iban a «salvarlo» sus hijos? En ocasiones, los ex se convierten en una especie de apéndice: no cumplen ninguna función, son incómodos y habría que extraerlos de raíz si se quiere tener una vida saludable y en paz.

Extracto del libro:
Manual Para No Morir de Amor
Walter Riso

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